Devocional 31 de enero 2019


Estoy convencido de que Dios desea derramar sus bendiciones sobre cada iglesia y cada creyente que ora fervientemente por ellos.
Vemos en la Biblia que la bendición de Dios es un reflejo de su increíble amor por su creación. Si bien es invisible en su esencia, su bendición es invencible, superando todo lo que la tierra o el infierno pueda lanzar contra ella. Esta bendición tiene sus raíces en las antiguas instrucciones que Dios le dio a Moisés para que las llevara a cabo el sumo sacerdote de Israel:
Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré” (Números 6:22-27).
Esta práctica de conferir una bendición sacerdotal en nombre del Señor es lo que separaba a Israel de los pueblos a su alrededor durante todos los siglos de su historia. Sólo el pueblo del pacto de Dios disfrutaba de la bendición divina. Una nación favorecida y protegida por el Señor, ellos sabían que Dios había prometido oír sus oraciones y estar atento a sus problemas. El Dios del universo había vuelto su rostro hacia ellos para que pudieran recibir su gracia sobrenatural.
¡Qué privilegio vivir bajo el favor del Señor, experimentar diariamente su bendición! ¿Qué enemigo podría intimidarlos cuando Dios estaba con ellos poderosamente?
¡Tengo buenas noticias para ti! Dios sigue siendo un Dios de bendición. De hecho, la Biblia podría caracterizarse como un libro que revela el intenso deseo del Señor de bendecir a cada hombre y mujer que ha creado. Si esto te sorprende, sólo considera el hecho de que el amor siempre desea bendecir el objeto de su afecto; y recuerda que eres profundamente amado por el Padre.
Por Jim Cymbala




CALENDARIO MES DE FEBRERO 2019

Valientes princesas guerreras,
Para la gloria de nuestro Rey Gibbor, continuamos con el “Plan de Lecturas Bíblicas” de Soy una Princesa Guerrera para este 2019.
La Palabra clave para nosotras en este mes será:
“Y Jesús se acercó y les habló diciendo: toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones…” Mateo 28:18-19a
Mientras vamos avanzando en nuestra misión de leer la Biblia en un año, nos enfocaremos en cumplir la maravillosa encomienda que nos dejó nuestro amado Salvador.
Vamos a compartir las Buenas Nuevas con nuestras vecinas, amigas, compañeras de trabajo o alguien en la universidad.
Vamos a ir más allá, y compartir el amor y la esperanza con los niños menos afortunados, con los olvidados, abatidos y desamparados.
Dondequiera que vayamos, como fieles discípulas de Cristo estamos en la obligación, en obediencia, a compartir el Evangelio.
Como creyentes en Cristo Jesús, estamos llamadas a ir a donde sea  para compartir su amor y su regalo de salvación con todos.
Oremos:
Señor, ayúdanos a amar con palabras y hechos, a extender la mano a los pecadores y ayudarlos en sus necesidades. Señor llénanos de amor y misericordia hacia aquellos perdidos en el pecado. Que Tu piedad y Tu amor fluyan desde nuestro interior y nos lleven a hacer discípulos a las naciones.
Diana H.



Devocional 30 de enero 2019


 “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).
Necesitamos comprender la profundidad y el poder de lo que Jesús está diciendo aquí cuando habla de que el Padre ve en lo secreto. Podemos hacer oraciones religiosas con la esperanza de ser vistos como maravillosos santos, pero Dios no sólo no oye esas oraciones, sino que ni siquiera se da cuenta de que estamos orando.
Como Dios ve “en lo secreto”, él sólo nos ve u oye cuando nuestros corazones están en comunión con él en el lugar secreto de su corazón. Él sólo mirará, dirigirá sus ojos y dará su favor a lo que fluye en el corazón del lugar secreto. Esa oración debe provenir de la comunión con él, no del deseo de demostrar nuestra elocuencia y pasión o de hacer un espectáculo con nuestra fe. Es la entrada al reino del Espíritu y no sólo una habitación física de la que Jesús está hablando aquí. Es su lugar, y cuando llegas allí, él te ve. Él no ve tus esfuerzos carnales, de hecho, los ignora.
Cuando Jesús te ve buscándole a él, te ganas su corazón. El Cantar de los Cantares dice que con solo una mirada hemos ganado su corazón (4:9, AMP). Algunas personas han trabajado arduamente en la carne y todavía tienen que sentir el favor de Dios, pero aquellos que lo encuentran en su lugar secreto y se dirigen hacia las obras de amor están constantemente bajo sus ojos y su cuidado.
Si estás luchando por ser reconocido y honrado, buscando prestigio y poder, esperando que la gente te dé una palmadita en el hombro, te vas a decepcionar cuando un día estés de pie frente al Padre. Tristemente, él dirá: “Sé que estabas ocupado haciendo muchas cosas que pensabas que eran maravillosas, pero yo veía a esos santos que estaban buscando mi rostro”.

Por Gary Wilkerson



Devocional 29 de enero 2019


David oró: “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado” (Salmos 16:1). La palabra hebrea que David usa para “guardar” en este versículo está repleta de significado. Dice, en esencia: “Pon un cerco alrededor de mí, un muro de espinas protectoras. Guárdame y protégeme. Observa todos mis movimientos, todos mis idas y venidas”.
David creía plenamente que Dios preserva a los justos. Este bendito hombre declaró: “He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu alma” (Salmos 121:4-7). Las mismas palabras hebreas usadas en el Salmo 16:1 aparecen en este pasaje. Una vez más, David está hablando del cerco divino de Dios, el muro de protección sobrenatural. Él nos asegura: “Dios te vigila a donde sea que vayas”.
Si tienes problemas en aceptar el deseo de Dios de preservarte, lee donde David dijo: “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre...Jehová sostiene su mano” (Salmos 37:23-24).
Incluso Job en su agonía testificó del poder preservador de Dios. Este hombre perdió a su familia, sus posesiones, su salud, su buen nombre, pero se refirió a Dios como “Guarda [preservador] de los hombres” (Job 7:20).
Una y otra vez, nuestro Dios ha demostrado ser un preservador para su pueblo. ¿Por qué el Señor está tan decidido a preservarnos? Encontramos una pista en las palabras de Moisés: “Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy” (Deuteronomio 6:24). Moisés dice que Dios les dio los mandamientos para preservarlos y mantenerlos por la misma razón por la cual Dios quiere salvarnos y protegernos: ¡Para que su plan para nuestras vidas se llegue a cumplir!

Por David Wilkerson (1931-2011)


Devocional 28 de enero 2019



Poco después de la resurrección de Jesús, Pedro y Juan se encontraron con un mendigo lisiado a las afueras de la puerta del templo donde iban a adorar. Este hombre era llevado a la puerta todos los días para ganarse la vida mendigando y les pidió limosna a Pedro y Juan. Pedro respondió: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hechos 3:6). El hombre fue sanado instantáneamente y en complete gozo comenzó a correr por el templo, saltando y gritando: “¡Jesús me sanó!”
La gente reconoció al lisiado y una multitud se reunió maravillándose de lo que veía. Pedro y Juan tomaron ventaja de la situación y comenzaron a predicar con valentía el arrepentimiento, lo que resultó en la salvación de miles (ver Hechos 4:4). Cuando los principales de la sinagoga vieron lo que estaba sucediendo, se indignaron e hicieron que metieran a los hombres en la cárcel. Luego exigieron saber: “¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?” (4:7). Por supuesto, ellos sabían exactamente cuál era el nombre que se estaba predicando, pero no lo mencionaron intencionalmente.
Pedro estaba lleno del denuedo del Espíritu Santo y respondió a los principales: “En el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos... no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (4:10 y 12). Los principales estaban atónitos y “se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (4:13).
¿Cuál era la marca que distinguía a Pedro y Juan? ¡Era la presencia de Jesús! Esos principales de la sinagoga se dieron cuenta: "Nosotros crucificamos a Jesús, sin embargo, él todavía sigue hablando hoy a través de estos dos hombres”. En esa misma hora, Pedro y Juan estaban cumpliendo el mandato de Jesús de testificar de él “en Jerusalén” (Hechos 1:8). Del mismo modo, creo que el poderoso testimonio de Dios en estos últimos días no vendrá sólo por medio de la predicación. También vendrá a través de hombres y mujeres que “han estado con Jesús” encerrándose con él y buscándolo con todo su corazón y alma.
¿Qué mayor evidencia de Dios podría haber que vidas transformadas por el poder sobrenatural de Cristo? Que se diga de ti: “¡Ese hombre, esa mujer, ha estado con Jesús!”

 Por David Wilkerson (1931-2011)

Devocional 27 de enero 2019



Probablemente estés familiarizado con la historia de Job en el Antiguo Testamento. Si es así, recuerda que Satanás no pudo tocar a este siervo piadoso de Dios sin antes obtener el permiso del cielo. El Señor le dijo al diablo que podía afligir el cuerpo de Job, que podía llevarlo a través de duras pruebas, pero que no podía matarlo.
¿Pero te diste cuenta de que Satanás también pidió permiso para probar la lealtad de Pedro? Satanás sabía que el reino de Jesús estaba por llegar, así que una vez que había poseído a Judas, determinó buscar a otro discípulo. Creo que hizo sentir su presencia en la mesa de la Pascua, ya que “Hubo también entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor” (Lucas 22:24). Los discípulos acababan de tener un momento íntimo de comunión con su Señor, quien les dijo que estaba a punto de morir, pero aparentemente no entendieron nada de lo que había dicho. En lugar de eso, comenzaron a discutir sobre quién se quedaría a cargo cuando él se fuera.
Satanás se emocionó al evaluar a los discípulos uno por uno, preguntándose: “¿Quién debería ser el siguiente después de Judas? ¿Natanael? ¿Juan? ¡Ah, ahí está Pedro sentado! Jesús le dijo que era una roca; de hecho, Cristo dijo que edificaría su iglesia sobre la proclamación de Pedro de que él era el Mesías. Sí, Pedro es el indicado”.
Satanás presionó para hacer de Pedro un objetivo. “Jesús, tú dijiste que tú edificarías tu iglesia sobre el testimonio de este hombre. Bueno, si estás tan seguro de que Pedro es una roca, déjame zarandearlo por un tiempo. Te voy diciendo, Pedro se derrumbará, tal como lo hizo Judas”.
El zarandeo es obviamente un proceso purificador, que separa lo malo de lo bueno y fructífero. Creo que Satanás pensó que la fe de Pedro fracasaría en la sacudida. Pero Jesús le prometió a Pedro: “Yo he rogado por ti, que tu fe no falte” (Lucas 22:32). Jesús le estaba asegurando: “Aunque sufrirás serios fracasos, te digo que, en última instancia, tu fe no fallará”.
Amados, no tengas miedo de la prueba por la que estás pasando. Jesús conoce el resultado y te está diciendo: “Resiste. Yo tengo un propósito eterno detrás de tu zarandeo. Todo se debe al peso de mi gloria”.

Por David Wilkerson (1931-2011)


Devocional 26 de enero 2019



El Salmo 56 está dirigido a aquellos que han sido heridos, ya sea por familiares, amigos o por las palabras y acciones de los impíos. Es una palabra para aquellos que aún aman al Señor, pero que derraman lágrimas y llevan cargas que parecen ser más pesadas cada día.
Algunos creyentes se despiertan todos los días bajo una nube de miedo y desesperación. Pueden sentirse aplastados y asustados por problemas financieros. Otros enfrentan serias batallas de salud y dolor insoportable, mientras que otros se afligen por los miembros de la familia que están en problemas profundos, tal vez en rebelión contra el Señor.
Escucha la bendita Palabra de Dios dirigida a ti en tu hora de necesidad:
·         Salmos 56:3: En el día que temo, yo en ti confío.
·         Salmos 56:4: En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?
·         Salmos 56:8: Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?
·         Salmos 56:9: El día en que yo clamare; Esto sé, que Dios está por mí.
·         Salmos 56:13: Porque has librado mi alma de la muerte, y mis pies de caída,
·         para que ande delante de Dios en la luz de los que viven?
Estas son palabras ungidas del Espíritu de Dios. El Señor sabe todo sobre tus luchas y tu dolor. Él conoce cada detalle de tu situación, y escucha incluso el clamor no pronunciado de tu corazón quebrantado.
Presta atención a las palabras que se nos han dado: “Cada vez que tenga miedo, confiaré en ti”. Tu clamor y tus oraciones han sido oídos por el Señor e incluso ahora él está haciendo su obra secreta de liberación detrás de la escena. Hasta que veas la respuesta, él te dará misericordia y fortaleza.

Por  David Wilkerson (1931-2011)


Devocional 25 de enero 2019


 “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios” (Romanos 8:38, 39).
Pablo nos da una palabra útil a la que aferrarse: seguro. Es la clave para ser liberado de toda duda respecto al favor de Dios hacia nosotros.
Incluso cuando tenemos dudas persistentes, la gracia de Dios fluye libremente para sanarnos. Sucedió para el discípulo Tomás, quien dudó de sus amigos cuando dijeron que Jesús estaba vivo. Tomás representa a muchos cristianos hoy. Alguna vez creyeron en Cristo y se regocijaron al ver a Dios transformando vidas. Pero luego vino una dura prueba que se prolongó por años.
Estos cristianos todavía van a la iglesia y escuchan sermones acerca de la bondad de Dios. Pero algo dentro de ellos ha muerto y no pueden resucitarlo. La persistente decepción de su largo y triste revés los ha golpeado demasiado.
¿Este es tu caso? Jesús quiere venir a ti tal como lo hizo con Tomás. Él quiere mostrarte sus cicatrices de su peor prueba posible. Él quiere que el poder de su resurrección te levante a la vida de una manera que nunca podrías lograr por ti mismo. Él viene para que estés seguro de su Palabra eterna; para demostrar, a través de su resurrección, que nada te descarrilará del propósito de su reino: “Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (8:39).
Debido a la amorosa gracia de Jesús, Tomás volvió a creer y se convirtió en uno de los discípulos más impactantes de entre todos. Jesús no le retuvo nada a Tomás cuando su amigo necesitaba creer nuevamente. Jesús también te llama su amigo, y él no ha te retenido nada para mantenerte en su amor. Él te trae la vida de resurrección en medio de tu prueba y, como Tomás, volverás a ver su gloria y te asombrarás.

Por  Gary Wilkerson



Devocional 24 de enero 2019



¿Has sido desafiado a salir hacia una nueva dirección que exige una fe sobrenatural? ¿Necesitas que Dios haga un milagro en tu vida para que puedas realizar tu sueño?
A los ojos de Dios, la fe verdadera no tiene nada que ver con el tamaño de la obra que quieras lograr. Por el contrario, tiene que ver con el enfoque y la dirección de tu vida. Verás, Dios no está tan preocupado con tu gran visión, como lo está con la persona en quién te estás convirtiendo. De hecho, ninguna obra, independientemente de cuán grande sea, tiene algún valor para el Señor a menos que se estén tratando los asuntos de fe más pequeños y ocultos.
“Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16:12). Jesús les está diciendo a sus discípulos: “Ustedes dicen que quieren tener una revelación, algo que les capacite para hacer cosas más grandes. Sin embargo, ¿cómo se les puede confiar ese tipo de fe si no son confiables con las cosas que otros les han dado?”
Las palabras de Jesús deben haber dejado a sus discípulos rascándose la cabeza. El Maestro sabía que ellos no poseían nada y habían abandonado todo para ser sus discípulos. Entonces, ¿qué quiere decir Jesús cuando dice “en lo ajeno” (16:12)? Él está hablando de nuestros cuerpos y almas, que él compró con su propia sangre. “Habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1 Corintios 6:20).
Jesús nos está diciendo: “Tu cuerpo ya no te pertenece, y si no cuidas de ese cuerpo, si no me permites mirar dentro de ti, lidiar con tu pecado y santificarte, ¿cómo puedes esperar que te confíe algo más grande? Quiero que retrocedas y mires lo que has hecho con las cosas que ya te he dado”.
Doy gracias al Señor por las visiones enviadas del cielo y las cargas dadas por Dios. Sin embargo, muchos creyentes agobiados no se dan cuenta de que antes de que se pueda cumplir un sueño, Dios a menudo se toma años en desnudar y quebrantar. Jesús quiere que nosotros sólo traigamos nuestra fe, él traerá una visión verdadera.

Por  David Wilkerson (1931-2011)


Devocional 23 de enero 2019



El apóstol Pablo nos instruye: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27). En otro lugar, él dice más específicamente: “El cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros … son un solo cuerpo, así también Cristo” (12:12).
Pablo nos dice, en esencia: “Echa un vistazo a tu propio cuerpo. Tienes manos, pies, ojos, oídos. No eres sólo un cerebro aislado, desconectado de los otros miembros”. Es lo mismo con Cristo. Él no es sólo una cabeza; él tiene un cuerpo y nosotros componemos sus miembros. Estamos conectados con Jesús, nuestra cabeza, pero también estamos unidos unos a otros.
Pablo lleva este punto a su origen, diciendo: “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16-17). En pocas palabras, todos estamos alimentados por la misma comida: Cristo, el maná del cielo. “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:33).
Algunos cristianos no quieren estar conectados con otros miembros del cuerpo. Están en comunión con Jesús, pero intencionalmente se aíslan de otros creyentes. Pero un cuerpo no puede estar compuesto por un solo miembro y el cuerpo de Cristo no puede estar formado únicamente por una cabeza. Simplemente no podemos ser uno con Cristo sin ser uno con su cuerpo.
Los creyentes están unidos no sólo por su necesidad de Jesús, sino por la necesidad que tienen el uno del otro. Pablo dice: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros” (1 Corintios 12:21).
Nuestra cabeza dice que todos somos importantes, incluso necesarios, para el funcionamiento de su cuerpo. Esto es especialmente cierto para los miembros que pueden estar heridos y lastimados. El Señor mismo dice: “Te necesito. Eres un miembro vital de mi cuerpo y absolutamente necesario para que éste funcione”.

Por David Wilkerson (1931-2011)



Devocional 22 de enero 2019



Moisés estaba saturado de Dios. Cuando vivió en casa de Faraón, se negó a ser llamado hijo de Faraón: “Escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (Hebreos 11:25-26).
No hay duda del toque de Dios en la vida de Moisés mientras estuvo en Egipto. Él sabía que había sido llamado para liberar a Israel; de hecho, asumió que los israelitas lo reconocerían como su libertador cuando mató al esclavo egipcio. Esteban testificó de esto: “[Él] hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya” (Hechos 7:24-25).
En lugar de ello, Moisés tuvo que huir de Egipto debido a su acción. Para cuando se fue, estaba totalmente entregado a Dios, aunque no tenía idea de que estaba a punto de esconderse en la parte más aislada de un desierto durante cuarenta años.
¿Qué representa este período de desierto en la vida de Moisés? Es un tiempo que enfrentan muchos siervos llenos de Dios. Tú puedes ser uno de ellos, sintiendo que estás atrapado en un lugar muy por debajo de tus habilidades. Moisés era sólo un siervo. Él tenía un llamado poderoso en su vida y soñaba con hacer grandes obras para Dios, sin embargo, él estaba en un páramo sin futuro aparente.
Mientras que Moisés estaba convencido de que no tenía voz ni mensaje, Dios estaba trabajando entre bastidores. Un día, encendió un arbusto y desde ahí, le dijo: “Quítate los zapatos, Moisés. ¡Estás en tierra santa! Ahora estás a punto de ver grandes cosas en tu servicio a mí”.
Ese arbusto ardiente era el fuego del Espíritu Santo moviéndose a través de un objeto natural. Del mismo modo hoy, Dios quiere revelarte más de sí mismo para que los que te rodean se den cuenta: “Esa persona ha estado con Jesús”. Al buscarlo con una renovada intensidad, serás convertido en un hombre nuevo, una mujer nueva. Tal como sucedió con Moisés, tus mejores días aún están por venir.

Por David Wilkerson (1931-2011)


Devocional 21 de enero 2019


 “No desmayamos ... sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2 Corintios 4:1-2). El apóstol Pablo declara que estamos llamados a ser una manifestación de la verdad. Por supuesto, sabemos que Jesús es esta verdad. Entonces, ¿qué quiere decir Pablo al decir, en esencia, que debemos manifestar a Jesús?
Una manifestación es un “resplandecer” que hace que algo sea claro y comprensible. Entonces, en resumen, Pablo dice que somos llamados a hacer que Jesús sea conocido y entendido por todas las personas. En cada una de nuestras vidas, debe haber un resplandor de la misma naturaleza y semejanza de Cristo.
Pablo lleva aún más allá, este concepto de manifestar a Cristo. Él dice que en realidad somos las cartas de Dios al mundo: “Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres … escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3:2-3).
La mente carnal simplemente no puede comprender las cosas espirituales. Las considera tontas. Entonces Dios escogió hacer conocer a su Hijo a los pecadores de la manera más efectiva: al revelarlo en epístolas de carne y hueso, mensajes vivientes que pueden leer todos. Esto sucede sólo por la obra del Espíritu. En el momento en que somos salvos, el Espíritu Santo imprime en nosotros la misma imagen de Jesús y él continúa formando esta imagen en nosotros. La misión del Espíritu es formar en nosotros una imagen de Cristo que sea tan veraz y precisa que en realidad perfore las conciencias de las personas.
El Espíritu Santo logra esto agarrando nuestros corazones redimidos y cuerpos entregados y continuamente atrayéndonos a la presencia de Jesús. Ahí estamos obligados a vivir una vida santa.
Mientras pasas más tiempo con él, su imagen en ti crecerá y tu vida se convertirá en una manifestación tan poderosa de Jesús que los que te rodean serán tocados y conmovidos.

Por David Wilkerson (1931-2011)



Devocional 20 de enero 2019


Satanás vive en el pasado. Él es el príncipe de lo que una vez fue, el rey del remordimiento y la culpa. Él vive para mantenernos allí, para recordarnos lo que hemos hecho y lo horrible que hemos sido. Su mente está consumida por pensamientos de victorias pasadas; de las veces en las que nos hizo pecar, tropezar, caer en sus mentiras. Porque en su corazón él sabe que el pasado es todo lo que tiene.
Cuando llega la salvación, el control de Satanás termina y su única esperanza es hacernos pensar que todavía estamos cautivos. Él ya no puede tener nuestras almas, pero puede hacernos miserables e ineficaces como hijos de Dios.
No dejes que lo haga. No dejes que te llene la mente con dudas y confusión, con pensamientos de pecados pasados, pecados que Dios ha elegido olvidar. Pecados que debemos olvidar antes de poder avanzar verdaderamente.
No es suficiente que aceptemos a Jesús y pidamos su perdón; también debemos rechazar lo que alguna vez fuimos y abrazar por completo el nuevo día; el día de nuestra salvación. El día de un corazón, una mente y un alma renovados.
¡Es importante notar que hay una gran diferencia entre las masas que siguen a Cristo y los pocos seguidores que viven cada día con una ferviente pasión por Jesús! Ellos han hecho más que aceptar la salvación; ellos han abrazado un futuro completamente nuevo. Ellos han elegido perdonarse a sí mismos y mirar hacia adelante.
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
No permitas que Satanás llene tu mente con dudas y confusión, con pensamientos de pecados pasados, pecados que Dios ha elegido olvidar. Él te da un corazón nuevo, uno que no tiene pasado, sólo un futuro brillante y glorioso.
Por Nicky Cruz


Devocional 19 de enero 2019


Escuchamos mucho sobre el favor de Dios en estos días, lo cual es algo bueno. Sin el favor del Señor, no podríamos respirar, estar de pie o encontrar la vida verdadera en ninguna parte. Nuestro amoroso y compasivo Dios busca bendecirnos con su asombroso favor.
Lamentablemente, hoy la enseñanza del favor de Dios está siendo torcida por algunos. La usan como un medio para obtener bendiciones materiales, físicas y emocionales de parte de Dios. Eso es trágico, porque reduce al Señor a sólo otro producto americano. Te dicen que inviertas un poco en asistencia a la iglesia aquí, en sembrar un poco de semilla financiera allí, en reclamar con el poder de confesión de tu lengua que tus sueños se cumplirán, y ¡bingo! - Eres favorecido.
Pero ese no es el camino de Dios. Él se preocupa por nosotros mucho más que eso. Si obtenemos todo lo que soñamos, eso no es favor, eso es lujuria. El verdadero favor no se encuentra en la bendición misma, se encuentra en Aquel que hace la bendición, nuestro amoroso Padre celestial. Buscarlo a él, no a las cosas, es el hambre que mora en lo más profundo de cada corazón humano. Fuimos creados para hallar nuestra vida en él.
Dios es celoso, de una manera justa: Él no permitirá que lo utilicemos como un medio para satisfacer nuestros deseos y nuestro beneficio personal. Él destruirá todos los ídolos que establecemos en nuestros corazones para que sólo él sea nuestro mayor deseo.
Esto no significa que no debemos querer ver fluir las bendiciones de Dios en nuestras vidas. Debido a su amorosa gracia y bondad, nuestro Padre se deleita en dar buenas dádivas a sus hijos. Algunos líderes han torcido las doctrinas bíblicas en el llamado movimiento de prosperidad, pero eso no significa que la idea del favor de Dios deba ser desechada. ¡Más bien, debe ser rescatada!
Dios ama bendecirnos porque él es asombrosamente bueno. Te animo a buscarlo primero y ver cómo derrama sobre ti su favor. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Por  Gary Wilkerson

Devocional 18 de enero 2019



Cuando el Señor toca a alguien y éste se pone de rodillas, entra en intimidad con Cristo. Entra en un lugar de descanso y comienza a ministrar a Cristo con una nueva pasión y un mayor amor.
Este siervo también se da cuenta del Día del Juicio venidero, cuando sabe que Dios le hará una gran pregunta: “¿Cómo retrataste a Cristo a un mundo perdido?”
Este es el único criterio de cómo seremos juzgados en aquel día. No importa si hemos estado encerrados con Dios como Moisés, si hemos recibido grandes revelaciones como Daniel, si hemos sido santificados como Pablo o si hemos predicado osadamente como Pedro. Todos serán juzgados por este único criterio: ¿Cómo expresó tu vida quién y cómo es Jesús?
Uno de los últimos mensajes que Jesús habló a sus discípulos antes de su crucifixión se encuentra en Mateo 25. Las palabras de Cristo les dieron una nueva actitud de amor y de preocupación por los pobres y este mismo mensaje me llevó a hacer cambios en mi vida y en mi ministerio. Ese pasaje de la Escritura es: 
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34-36).
Por supuesto, nadie puede ser salvo sólo por las buenas obras, pero se nos juzgará si vivimos sólo para nosotros y cerramos los ojos ante las necesidades de los pobres y los indefensos. El Señor no espera que lo hagas todo, pero espera que estés personalmente comprometido con la participación práctica en al menos un área de necesidad. Cuando tengas el deseo de obedecer su mandato, el Espíritu Santo te mostrará el camino.

Por David Wilkerson (1931-2011)


Entradas Populares