Probablemente estés familiarizado con la historia de Job en el Antiguo
Testamento. Si es así, recuerda que Satanás no pudo tocar a este siervo piadoso
de Dios sin antes obtener el permiso del cielo. El Señor le dijo al diablo que
podía afligir el cuerpo de Job, que podía llevarlo a través de duras pruebas,
pero que no podía matarlo.
¿Pero te diste cuenta de que Satanás también pidió permiso para probar la
lealtad de Pedro? Satanás sabía que el reino de Jesús estaba por llegar, así
que una vez que había poseído a Judas, determinó buscar a otro discípulo. Creo
que hizo sentir su presencia en la mesa de la Pascua, ya que “Hubo también
entre ellos una disputa sobre quién de ellos sería el mayor” (Lucas 22:24). Los
discípulos acababan de tener un momento íntimo de comunión con su Señor, quien
les dijo que estaba a punto de morir, pero aparentemente no entendieron nada de
lo que había dicho. En lugar de eso, comenzaron a discutir sobre quién se
quedaría a cargo cuando él se fuera.
Satanás se emocionó al evaluar a los discípulos uno por uno, preguntándose:
“¿Quién debería ser el siguiente después de Judas? ¿Natanael? ¿Juan? ¡Ah, ahí
está Pedro sentado! Jesús le dijo que era una roca; de hecho, Cristo dijo que
edificaría su iglesia sobre la proclamación de Pedro de que él era el Mesías.
Sí, Pedro es el indicado”.
Satanás presionó para hacer de Pedro un objetivo. “Jesús, tú dijiste que tú
edificarías tu iglesia sobre el testimonio de este hombre. Bueno, si estás tan
seguro de que Pedro es una roca, déjame zarandearlo por un tiempo. Te voy
diciendo, Pedro se derrumbará, tal como lo hizo Judas”.
El zarandeo es obviamente un proceso purificador, que separa lo malo de lo
bueno y fructífero. Creo que Satanás pensó que la fe de Pedro fracasaría en la
sacudida. Pero Jesús le prometió a Pedro: “Yo he rogado por ti, que tu fe no
falte” (Lucas 22:32). Jesús le estaba asegurando: “Aunque sufrirás serios
fracasos, te digo que, en última instancia, tu fe no fallará”.
Amados, no tengas miedo de la prueba por la que estás pasando. Jesús conoce
el resultado y te está diciendo: “Resiste. Yo tengo un propósito eterno detrás
de tu zarandeo. Todo se debe al peso de mi gloria”.
Por David Wilkerson (1931-2011)
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