DEVOCIONAL FEBRERO 28


“De él es mi esperanza”. Salmo 62:5.  

USAR este lenguaje es privilegio del creyente. Si él está esperando algo del mundo, está esperando en vano. Pero si espera en Dios para que él supla sus necesidades, entonces tanto en las bendiciones materiales como en las espirituales, su esperanza no será en vano. Puede constantemente sacar fondos del banco de la fe y hacer que sus necesidades queden satisfechas por las riquezas de la bondad de Dios. Esto sé: que prefiero tener a Dios como mi banquero que a todos los multimillonarios. Mi Señor nunca falla en el cumplimiento de sus promesas; y cuando las llevamos ante su trono, nunca las devuelve sin cumplir. Por lo tanto, solamente ante su puerta aguardaré, pues siempre la abre con la mano de la generosa gracia. Lo probaré otra vez en esta ocasión. Pero nosotros tenemos también esperanzas para más allá de esta vida. Pronto moriremos, y entonces podremos decir: “De él es nuestra esperanza”. ¿No esperamos que cuando estemos en el lecho del dolor él enviará a sus ángeles para llevarnos a su seno? Nosotros creemos que cuando nos falle el pulso y nuestro corazón palpite dificultosamente algún mensajero angélico estará a nuestro lado y con ojos amorosos nos mirará diciendo: “Espíritu hermano, vamos”. Y al acercarnos a la puerta celestial, esperamos oír esta invitación de bienvenida: “Venid benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. Esperamos arpas de oro y coronas de gloria: esperamos estar pronto entre la multitud de seres resplandecientes que están delante del trono. Miramos hacia delante y ansiamos que llegue el tiempo cuando seremos semejantes a nuestro glorioso Señor, porque lo “veremos como él es”. Si éstas, alma mía, son tus esperanzas, vive para Dios, vive con el deseo y la resolución de glorificar a aquél de quien vienen todas las provisiones, y por cuya gracia demostrada en tu elección, redención y llamamiento, tienes esperanza de la gloria venidera.

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.

CALENDARIO MES DE MARZO

Bendiciones, aquí les comparto, para la gloria de Dios, el calendario del mes de Marzo, para continuar con el Plan de lecturas Bíblicas de Soy una Princesa Guerrera.
Después de muchos inconvenientes con el Internet, problemas con la pc, podemos cantar victoria. Hemos vencido, en el nombre de Jesús.



DEVOCIONAL FEBRERO 27


“Porque tú has puesto a Jehová que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación”. Salmo 91:9.  

MIENTRAS estuvieron en el desierto, los israelitas estaban continuamente expuestos a cambio. Cuando la columna de nubes se detenía, plantaban las carpas; pero al día siguiente, antes que saliese el sol de la mañana, sonaba la trompeta, el arca se ponía en movimiento, y la ardiente columna de nube marcaba el camino, ya a través de los estrechos desfiladeros de las montañas, ya a lo largo del árido y desolado desierto. En cuanto descansaban un poco, oían la voz de “¡Afuera, éste no es vuestro reposo; debéis ir más adelante peregrinando hacia Canaán!” Nunca permanecían mucho tiempo en un lugar. Ni pozos ni palmeras podían detenerlos. Pero, a pesar de esto tenían en Dios un hogar permanente. El techo de ese hogar era la columna de nube y su lumbre la columna de fuego. Tenían que marchar de lugar en lugar, cambiando continuamente, sin tener nunca tiempo para establecerse en un lugar y decir: “Ahora estamos seguros; permaneceremos aquí”. “Sin embargo – dice Moisés- tú, Señor, nos has sido refugio de generación en generación”. Con relación a Dios, el cristiano no conoce ningún cambio. Puede ser rico hoy y pobre mañana; puede estar un día bien y otro día mal; puede gozar hoy de prosperidad y estar mañana en apretura, pero con relación a Dios, no experimenta cambio alguno. Si me amó ayer me ama también hoy. Mi inconmovible mansión de descanso es mi bendito Señor. Que se desvanezcan mis buenas perspectivas, que se esfumen mis esperanzas, que cese mi gozo, que los tizones destruyan todo; yo no he perdido nada de lo que tengo en Dios. El es “mi fuerte habitación en la que puedo descansar continuamente”. Yo soy un peregrino en este mundo, pero en el cielo que es mi hogar, está mi Dios. En la tierra soy un peregrino, pero en Dios habito como en tranquila habitación.   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 26


“La salvación pertenece a Jehová”. Jonás 2:10.  

LA salvación es obra de Dios. Él sólo es quien vivifica al alma que está “muerta en sus delitos y pecados” y quien, además, la sostiene en la vida espiritual. Él es el Alfa y la Omega. “La salvación pertenece a Jehová”. Si soy una persona afecta a la oración, es Dios quien me da esa inclinación. Si estoy revestido de dones, es porque el Señor me los dio. Si mantengo una vida consecuente es porque él me sostiene con su mano. Nada hago yo para mi propia preservación fuera de lo que Dios obra primero en mí. Cualquier cosa que yo tenga, todo pertenece al Señor. Lo único que es propiamente mío es el pecado. Pero si hago algo recto, ese algo es de Dios entera y completamente. Si he rechazado a algún enemigo espiritual, es porque Dios fortaleció mi brazo. ¿Vivo ante los hombres una vida consagrada? Esto no es por mí, sino por Cristo que vive en mí. ¿Estoy santificado? Yo no me limpio a mi mismo; es el Espíritu de Dios el que me santifica. ¿Estoy apartado del mundo? Esto se efectuó por las santificadoras pruebas que Dios me envió para mi bien.  Si estoy creciendo en conocimiento es porque el gran Maestro me enseña. Todas mis joyas están trabajadas con arte celestial. Hallo en Dios todo lo que necesito. Pero en mí mismo no hallo otra cosa sino miseria y pecado. “Él solo es mi roca y mi salvación”. ¿Me alimento de la Palabra? Esa Palabra no podría alimentarme si el Señor no le hubiese comunicado esa virtud, y si él no me ayudase a alimentarme de ella. ¿Vivo del maná que viene del cielo? ¿Qué es ese maná sino Jesucristo mismo, cuyo cuerpo y cuya sangre como y bebo? ¿Estoy continuamente recibiendo nuevas fuerzas? ¿De dónde consigo el poder? Mi fortaleza viene del cielo. Sin Jesús nada puedo hacer. Como un pámpano no puede llevar fruto si no estuviere en la vid, tampoco yo puedo hacerlo si no permanezco en él. Que lo que Jonás aprendió en las profundidades, lo aprenda yo esta mañana en mi cámara secreta: “La salvación pertenece a Jehová”.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 25


“La ira que vendrá”. Mateo 3:7.  

ES agradable pasar por un campo después de una tormenta, es grato aspirar la frescura de las hierbas después de cesar la lluvia y es placentero mirar las gotas de agua cuando relucen como
diamante purísimo a la luz del sol. Es esa la posición de un cristiano. Peregrina por una tierra en la que la tormenta se descargó sobre la cabeza de su Salvador, y si aun caen algunas gotas de aflicción, esas gotas proceden de las nubes de la misericordia, y Jesús lo conforta con la seguridad de que ellas no son para su destrucción. Pero, cuán terrible es presenciar el espantoso avance de un huracán –como ocurre algunas veces en los trópicos- y aguardar en terrible temor hasta que el viento se precipita con furia desarraigando árboles, derribando las rocas de sus pedestales y tirando abajo toda habitación. Y sin embargo, pecador, esta es tu posición presente. Todavía no cayó ninguna gota caliente, pero una verdadera lluvia de fuego se acerca. Ningún viento furioso sopla aun en derredor nuestro, pero hay una tempestad divina que está reuniendo toda su espantosa artillería. Las aguas inundantes están hasta ahora retenidas por la misericordia, pero pronto serán sueltas. Los rayos de Dios aun están en sus depósitos, pero, ¡ay!, la tempestad se avecina y ¡cuán espantoso será aquel momento cuando Dios, vestido de venganza, marchará con furor! ¿Dónde, dónde, dónde, oh pecador, esconderás tu cabeza o adónde huirás? ¡Oh que la mano de la misericordia te guíe ahora a Cristo! En el Evangelio, Cristo se te presenta gratuitamente. Su costado herido es la roca de protección. Tú sabes que necesitas de él. Cree en él, apóyate en él, y entonces la furia pasará para siempre a otro lado.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.




DEVOCIONAL FEBRERO 24


“Y haré descender la lluvia en su tiempo; lluvias de bendición serán”.  Ezequiel 34:26.  

AQUÍ hay una misericordia soberana: “Yo haré descender la lluvia en su tiempo”. ¿No es esta una misericordia soberana y divina? Pues, ¿quién puede decir “haré descender la lluvia” sino sólo Dios? Hay una sola voz que puede hablar a las nubes y ordenarles que den lluvia. ¿Quién envía sobre la tierra la lluvia? ¿Quién la esparce sobre la hierba? ¿No soy yo, dice el Señor? De modo que la gracia es don de Dios, y, por lo tanto, no tiene que ser creada por el hombre. Además es ésta una gracia que necesitamos. ¿Qué haría la tierra sin la lluvia? Puedes arar, sembrar tu simiente, pero ¿qué puedes hacer sin la lluvia? De la misma manera nos es absolutamente necesaria la bendición divina. Hasta que Dios no te conceda la lluvia abundante y te envíe la salvación trabajas en vano. Además esa gracia es abundante. “Haré descender la lluvia”. No dice: “Les enviaré gotas”, sino “lluvias”. Así pasa con la gracia. Si Dios da una bendición, la da por lo regular en tal medida que no hay suficiente sitio para recibirla. ¡Gracia abundante! Nosotros necesitamos gracia abundante para conservarnos humildes, para ser afectos a la oración y para ser santos: tenemos necesidad de gracia abundante para ser celosos, para preservarnos del mal en el curso de esta vida y, por fin, para ser llevados al cielo. No podemos estar sin ser empapados con las lluvias de la gracia. Esta gracia es también una gracia oportuna. “Haré descender la lluvia en su tiempo. ¿Qué tiempo es el de esta mañana para ti? ¿Es el de la seca? Entonces este es el tiempo para las lluvias. “Como tus días será tu fortaleza”. Hay, por fin, aquí una bendición variada: “Lluvias de bendición serán”. La palabra está en plural. Dios enviará toda clase de bendiciones. Todas las bendiciones de Dios van juntas como los eslabones de una cadena de oro. Si él da la gracia que convierte, dará también la gracia que consuela. El enviará “lluvias de bendiciones”. Mira hoy arriba, oh planta mustia, y abre tus hojas y tus flores para recibir una lluvia celestial.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 23


“No te dejaré”. Hebreos 13:5.  

NINGUNA promesa es de particular interpretación. Cualquier cosa que Dios haya dicho a algunos de sus santos la dice a todos. Cuando abre una fuente para uno, lo hace para que beban otros. Cuando abre la puerta de algún granero para dar alimento, aunque la causa de ese acto sea un solo hambriento, todos los creyentes sin distinción pueden venir y alimentarse. Aunque originalmente
Dios haya dado la palabra de promesa a Abraham o a Moisés, ahora te la da también a ti, como componente de la simiente del pacto. No hay bendición que sea demasiado elevada para ti, ni merced que sea demasiado grande. Levanta ahora tus ojos, mira al Norte y al Sud, al Este y al Oeste, porque todo es tuyo. Sube a la cumbre del Pisga y mira el último límite de la promesa divina, porque la tierra es toda tuya. No hay un arroyo de aguas vivas del cual no puedas beber. Si la tierra fluye leche y miel, come la miel y bebe la leche, porque ambas cosas son tuyas. Sé osado para creer, pues él ha dicho: “No te desampararé ni te dejaré”. En esta promesa Dios da a su pueblo todas las cosas. “Yo no te dejaré”. Ningún atributo de Dios dejará de ser empleado para nuestro bien. ¿Dios es poderoso? Entonces manifestará su poder en bien de los que en él confían. ¿Es amor? Entonces con amor desinteresado tendrá misericordia de nosotros. Cualquier atributo que forme parte del carácter de la deidad, será empleado en tu favor. En resumen: No hay nada que puedas desear, no hay nada que puedas solicitar; nada que haya en este mundo o en el venidero; nada que haya en el momento presente ni en la mañana de la resurrección, y, por fin, nada que haya en el cielo, que no esté contenido en este texto. “No te desampararé ni te dejaré”.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.




DEVOCIONAL FEBRERO 22


"Y su arco quedó en fortaleza y los brazos de sus manos se corroboraron por las manos del Fuerte de Jacob". Génesis 49:24.  

LA fortaleza que Dios da a sus Josés es una fortaleza real. No es una fortaleza jactanciosa, una ficción, una cosa de la que los hombres hablan pero que termina en humo. Es más bien una fortaleza verdadera y divina. ¿Por qué José resistió a la tentación? Porque Dios lo ayudó. No hay nada que podamos hacer sin el poder de Dios. Toda fortaleza verdadera viene del "Fuerte de Jacob". Aquí se representa a Dios como si pusiera sus manos sobre las manos de José y colocara sus brazos sobre los brazos del mismo José. Como un padre enseña a sus hijos, así el Señor enseña a los que le temen. El pone sus brazos sobre ellos. ¡Maravillosa condescendencia! El Dios todopoderoso, eterno y omnipotente se inclina desde un trono y pone su mano sobre la mano del hijo, extendiendo su brazo sobre el brazo de José, para que pueda ser fuerte. Esta fortaleza era además una fortaleza del pacto, pues se atribuye al "Fuerte de Jacob". Ahora bien, en cualquier lugar de la Biblia donde leas acerca del Dios de Jacob, tienes que recordar el pacto que Dios hizo con él. Todo el poder, toda la gracia, todas las bendiciones, todas las mercedes, todos los consuelos, todas las cosas que tenemos, proceden para nosotros del gran manantial y por medio del pacto. Si no hubiera pacto tendríamos que perecer indefectiblemente, pues todas la bendiciones proceden de él como la luz y el calor vienen del sol. Ningún ángel asciende o desciende por otra parte que no sea la escala que vió Jacob, en cuya cabeza está colocado un pacto de Dios. Cristiano, puede ser que los arqueros te hayan atormentado seriamente y te hayan tirado y herido, pero tu arco aun queda en fortaleza. Atribuye, pues a Dios sin dudar, toda la gloria.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 21


"Él dijo". Hebreos 13:5.  

SI por fe podemos posesionarnos de estas solas palabras, tendremos en nuestras manos un arma que todo lo conquista. ¿Cuál es la duda que no morirá ante esta espada de dos filos? ¿Cuál es el temor que no caerá herido con herida mortal ante esta flecha del arco del pacto de Dios? Las penas de la vida y las ansias de la muerte, las corrupciones internas y las trampas externas, las pruebas de arriba y las tentaciones de abajo, ¿no aparecen como leves aflicciones cuando nos escondemos bajo el
baluarte de "Él dijo"? Sí, ya sea para deleite en nuestra tranquilidad, o para fortaleza en nuestra aflicción, "Él dijo" tiene que ser nuestro diario recurso. Esto nos enseña cuánto vale escudriñar las Escrituras. Puede haber en la Palabra una promesa que se adapte exactamente a tu caso, pero tú no la conoces y por lo tanto careces del consuelo que te puede comunicar. Eres como los prisioneros que están encerrados en un calabozo. Puede haber en el manojo de llaves que está a su alcance, una llave que podría abrir la puerta y, al abrirla, quedarías en libertad. Pero si no la buscas, permanecerás para siempre en la prisión, aunque la libertad esté en tus mismas manos. Puede haber en la gran farmacopea de la Escritura una poderosa medicina que cure tu mal, pero si no examinas y no escudriñas las Escrituras para descubrir lo que "Él dijo", seguirás enfermo. Además de leer la Biblia, tendrías también que enriquecer tu memoria poniendo en ella las promesas de Dios. Puedes recordar muchos dichos de grandes hombres, aprendes de memoria los versos de renombrados poetas, ¿no debes, por lo tanto, tener un conocimiento profundo de las palabras de Dios, de suerte que las puedas citar en seguida cuando desees resolver una dificultad o matar una duda? Ya que "Él dijo" es la fuente de toda sabiduría y de todo consuelo, haz que permanezca en ti ricamente como "una fuente de agua que salta para vida eterna". En esa forma crecerás sano, fuerte y feliz en la vida espiritual. 

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.




DEVOCIONAL FEBRERO 20


"Dios, que consuela a los humildes". 2 Corintios 7:6.  

¿Y quién consuela como él? Ve a algún melancólico y angustiado hijo de Dios; comunícale dulces promesas y pon en sus oídos selectas palabras de consuelo; él será ante ellas como una serpiente sorda que no responde a la voz del encantador, aunque éste trate de encantarla más sutilmente que nunca. El está bebiendo ajenjo y hiel. Trata de consolarlo como quieras, lo único que conseguirás será una o dos notas de lastimera resignación. No lograrás sacar de él ningún salmo de alabanza, ninguna aleluya y ningún soneto de gozo. Pero deja que se le acerque Dios y le levante el rostro, y entonces los ojos del afligido brillarán de esperanza. ¿No lo oyes cantar?: "Si tú estás aquí esto es un paraíso; si te vas, es un infierno". Tú no pudiste algrarlo, pero el Señor lo ha hecho. "El es el Dios de toda consolación". No hay bálsamo en Galaad, pero sí lo hay en Dios. No hay médico entre las criaturas, pero el Creador es Jehová-rapha'. ¡Es maravilloso ver cómo una palabra de Dios hace cantar al cristiano! Una palabra de Dios es igual a un pedazo de oro; el cristiano es el batidor de ese oro, y puede machacar esa palabra de promesa por semanas enteras. Siendo así, pobre cristiano, no necesitas echarte a la desesperación. Ve al Consolador y pídele que te dé consolación. Tú eres un pobre pozo seco. Has oído decir que cuando una bomba se seca, debes, ante todo, echarle agua, y entonces ella a su vez te dará agua. Y así, cristiano, cuando estés seco, ve a Dios, pídele que derrame en tu corazón abundante gozo, y entonces tu gozo será cumplido. No vayas a los amigos terrenales, porque, después de todo, hallarás en ellos a los consoladores de Job; pero ve primero y ante todo a tu "Dios, que consuela a los humildes", y pronto dirás: "En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, tus consolaciones alegran mi alma".  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 19


"Así ha dicho el Señor Jehová: Aun seré solicitado de la casa de Israel".   Ezeq. 36:37. 

LA oración es la precursora de la compasión. Vuelve a la Sagrada Historia y hallarás que apenas vino alguna vez alguna gran bendición a este mundo que no haya sido anunciada por la súplica. Tú mismo en tu propia experiencia has hallado esta verdad. Dios te ha dado muchos favores que no has solicitado, pero sin embargo la oración ferviente ha sido siempre para ti el preludio de una gran bendición. Cuando al principio hallaste paz por la sangre de la cruz, hacía tiempo que estabas orando e intercediendo fervorosamente ante Dios para que removiese tus dudas y para que te librase de tus penas. Tu confianza fue el resultado de la oración. Cuando has experimentado goces
sublimes y desbordantes, te has visto obligado a considerarlos como resultado de tus oraciones. Cuando has sido librado de terribles pruebas y has contado, en tus calamidades, con alguna ayuda poderosa, has podido decir: "Busqué al Señor y él me oyó, y libróme de todos mis temores". La oración siempre es el preludio de alguna bendición. La oración va delante de la bendición como si fuese una sombra que ella proyecta. Cuando el sol de la misericordia de Dios se eleva sobre nuestras necesidades proyecta sobre el campo la sombra de la oración. O, para usar otra ilustración: cuando Dios levanta una montaña de bendiciones, él mismo alumbra detrás de esas bendiciones y proyecta sobre nuestros espíritus la sombra de la oración, de manera que podemos estar seguros (si es que oramos mucho) que nuestras súplicas constituyen las sombras de la bendición que pedimos. De esta manera la oración se conecta con la bendición pedida, para mostrarnos el valor de la misma. Si obtuviésemos las bendiciones sin pedirlas, las consideraríamos cosas comunes, pero las oraciones hacen que nuestras bendiciones sean más preciosas que el diamante. Las cosas que pedimos son preciosas, pero no nos damos cuenta de eso hasta que las hayamos buscado ardientemente.   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.




DEVOCIONAL FEBRERO 18


"Hazme entender por qué pleiteas conmigo". Job 10:2. 

QUIZÁS, oh alma probada, el Señor está haciendo esto para desarrollar tus dones. Algunos de tus dones nunca se descubrirían si no fuese por las pruebas. ¿No sabes que tu fe nunca aparece tan grande en la estación estival como en la invernal? El amor es frecuentemente igual a una luciérnaga: si no está en medio de tinieblas presenta muy poca luz. La esperanza es semejante a una estrella: no se ve ante el sol de la prosperidad, pero se revela en la noche de la adversidad. Las aflicciones constituyen a menudo el obscuro joyero en el que Dios coloca las alhajas espirituales de sus hijos, con el fin de que brillen mejor. Hace apenas unos momentos que, estando sobre tus rodillas, decías: "Señor, temo no tener fe; permíteme saber que realmente la tengo". ¿No estabas con esto pidiendo pruebas? Porque ¿cómo puedes saber que tienes fe, si esa fe no es ejercitada? Ten esto por cierto: Dios a menudo nos envía pruebas para manifestar nuestros dones y para que nos cercioremos de la excelencia de los mismos. Además, las pruebas nos traen un real crecimiento en la gracia. Dios frecuentemente quita nuestras comodidades y nuestros privilegios con el fin de hacernos mejores cristianos. El no ejercita a sus soldados en las carpas de la tranquilidad y de la lujuria, sino los saca de allí y los ejercita con marchas forzadas y duros trabajos. Les hace vadear arroyos, nadar por ríos, trepar montañas y andar muchas y largas millas con pesadas mochilas de aflicción puestas sobre sus espaldas. Bien, cristiano, ¿no explica esto las aflicciones por las que estás pasando? ¿No está Dios sacando a luz tus dones y haciéndolos crecer? ¿No es precisamente con ese fin que el Señor está contendiendo contigo? "La pruebas hacen que las promesas nos sean agradables; las pruebas dan nueva vida a la oración; las pruebas me llevan a los pies de Cristo, me humillan y me guardan allí".  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.






DEVOCIONAL FEBRERO 17


"Y habitó Isaac junto al pozo del Viviente que me ve". Gén. 25:11.  

ALLÍ Agar fue librada una vez de su prueba, e Ismael bebió de las aguas que tan benignamente le mostró el Dios que vive y que ve a los hijos de los hombres. Pero esta era meramente una visita casual, como las que hacen los mundanos al Señor en tiempo de necesidad y para su propio provecho. Claman a él en la aflicción pero lo olvidan en la prosperidad. Isaac, en cambio, habitó allí, y el pozo del Dios que vive y que todo lo ve, fue su constante fuente de provisión. El tenor habitual de la vida del hombre y el lugar donde su alma constantemente habita, constituyen la verdadera piedra de toque de su estado espiritual. La gracia providencial experimentada por Agar impresionó la mente de Isaac y lo condujo a reverenciar aquel lugar. Su nombre místico ganó su cariño. Las frecuentes meditaciones que Isaac tuvo sobre el borde de este pozo, a la hora de la tarde, hicieron que él se familiarizara con este lugar. 
El encuentro que en ese lugar había tenido con Rebeca hizo que su espíritu se sintiese cómodo allí. Pero fue especialmente el hecho de haber gozado allí de íntima comunión con el Dios viviente lo que hizo que Isaac eligiese ese lugar santificado como habitación suya. Aprendamos a vivir en la presencia del Dios vivo. Oremos para que en este día y en todos los días podamos experimentar esta verdad: "Tú eres el Dios de la Vista". Que el Señor sea para nosotros como un pozo delicioso, confortante, seguro, que salte para vida eterna. Las botellas de las criaturas se rompen y se secan, pero el pozo del Creador nunca falla. ¡Feliz es el que habita junto al pozo y así tiene a mano abundantes y continuas provisiones! El Señor ha sido a otros un constante ayudador; su nombre es Shaddai, Dios todopoderoso. Nuestros corazones han tenido frecuentemente muy deliciosas relaciones con él. Por intermedio del Padre nuestras almas hallaron al glorioso esposo, el Señor Jesús. Permanezcamos, pues, en estrecha comunión con él.   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 16


"He aprendido a contentarme con lo que tengo". Filip. 4:11.  

ESTAS palabras nos demuestran que el contentamiento no es, en el hombre, una inclinación natural. "La mala hierba crece pronto". La codicia, el descontento y la murmuración son en el hombre tan naturales como lo son las espinas en el campo. No necesitamos sembrar espinas y cardos; crecen solos en buena cantidad, pues la tierra los produce en todas partes. No necesitamos enseñar a los hombres a que se lamenten; ya se lamentan bastante sin enseñanza alguna. Pero las cosas preciosas de la tierra tienen que ser cultivadas. Si queremos trigo, tenemos que arar y sembrarlo. Si queremos flores tenemos que tener un jardín y contar con los cuidados de un jardinero. Ahora bien, el contentamiento es una de las flores del cielo, y si queremos tenerlo, tenemos que cultivarlo; no crecerá en nosotros por sí solo. Sólo la nueva naturaleza puede producirlo, y aun entonces tenemos que mostrarnos muy cuidadosos y vigilantes en mantener y cultivar la gracia que Dios haya sembrado en nosotros. Pablo dice: "Yo he aprendido ... a contentarme", por lo que nos da a entender que hubo un tiempo cuando no lo sabía. Sin duda le costó bastante alcanzar a comprender el misterio de esta gran verdad. Quizás a veces pensaba que lo había aprendido, pero luego cayó otra vez. Cuando al fin lo alcanzó, pudo decir: "He aprendido a contentarme con lo que tengo". En ese entonces ya era anciano, hombre canoso; estaba al borde de la sepultura, estaba pasando en Roma, en la cárcel de Nerón, sus últimos días terrenales. Si podemos alcanzar la graduación espiritual de Pablo, muy bien podremos soportar las enfermedades de Pablo y participar con él de la fría cárcel. Creyente, no des lugar a la idea de que puedes estar contento sin aprender, y aprender sin disciplina. No es ésta una virtud que se puede ejercer por naturaleza; debemos aprenderla gradualmente como una ciencia. Sabemos esto por experiencia. Hermano, detén esa murmuración, aun cuando es natural, y prosigue como diligente alumno en la escuela del contentamiento.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 15


"A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad". 2 Pedro 3:18. 

LOS cielos serán colmados con las incesantes alabanzas de Jesús. ¡Eternidad!, tus incontables años apresurarán su curso eterno, pero por los siglos de los siglos "a él sea gloria". ¿No es Jesús sacerdote eterno según el orden de Melquisedec? "A él sea gloria". ¿No es él rey eterno, Rey de reyes y Señor de los señores, Padre eterno? "A él sea gloria hasta el día de la eternidad". Nunca cesarán sus alabanzas. Lo que fue comprado con sangre merece durar el tiempo que dura la eternidad. La gloria de la cruz nunca debe ser eclipsada. El brillo de la tumba y de la resurrección nunca tienen que ser empañados. ¡Oh Jesús!, tú serás alabado siempre. Tanto como viven los espíritus inmortales, tanto como perdura el trono de Dios, por siempre y para siempre a él sea gloria. Creyente, cuando tributas gloria a Jesús, estás anticipando el tiempo cuando te reunirás con los santos en el cielo. Pero, ¿lo estás glorificando ahora? Las palabras del apóstol son éstas: "A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad". ¿No deseas hacer tuya hoy esta oración?: "Señor, ayúdame a glorificarte. Soy pobre, ayúdame a glorificarte conformándome con lo que tengo; estoy enfermo, ayúdame a honrarte por medio de la paciencia; tengo talentos, ayúdame a ensalzarte usándolos para ti; dispongo de tiempo, ayúdame, Señor, a redimirlo a fin de que pueda servirte; tengo un corazón para sentir, permite, Señor, que este corazón no sienta otro amor que el tuyo y no se inflame con otra llama que la del amor a ti; tengo una mente para pensar, ayúdame, Señor, a pensar en ti y por ti. Tú me has puesto en este mundo con un propósito, muéstrame, Señor, cuál es
ese propósito y ayúdame a cumplirlo. Yo no puedo hacer mucho, pero como la viuda puso las dos blancas, que constituían todo su haber, así Señor, yo pongo mi tiempo y eternidad en tu tesorería. Soy todo tuyo; tómame y capacítame para glorificarte ahora en todo lo que digo, hago y tengo".   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 14


"Y le fue  diariamente dada su comida de parte del rey de continuo, todos los días de su vida". 2 Reyes 25:30.  

JOAQUIN no fue sacado del palacio real con un depósito de alimentos que le durase por algunos meses, sino le fue dada una provisión diaria. Joaquín representa en esto la feliz posición de todo el pueblo de Dios. Una porción diaria es todo lo que realmente necesita un hombre. No necesitamos provisiones para mañana; ese día no ha llegado aún y sus necesidades no existen todavía. La sed que tendremos en junio no necesita ser satisfecha en febrero, pues aún no la sentimos. Si a medida que van llegando los días, tenemos lo suficiente para cada día, nunca sabremos lo que necesidad. Lo que baste para el día, es todo lo que podemos disfrutar. No podemos comer y beber o vestir más que la provisión de alimento o vestido que necesitamos para el día. El sobrante nos deja la inquietud de almacenarlo y la ansiedad de estar en guardia contra el ladrón. Un báculo ayuda al viajero, pero un atado de báculos es una pesada carga. Lo suficiente no sólo es tan bueno como una fiesta, sino que es todo lo que aún el glotón puede en realidad disfrutar. Esto es todo lo que debemos esperar; ansiar más que esto es desagradable. Cuando nuestro Padre no nos da más, debemos estar satisfechos con la porción cotidiana. El caso de Joaquín es el nuestro; tenemos una porción segura, una porción que nos es dada de parte del rey, una porción de gracia, una porción perpetua. Hay aquí una base segura para el agradecimiento. Amado lector cristiano, necesitas también en cuanto a la gracia de Dios, una porción diaria. Tú no tienes un depósito de fuerzas. Debes procurar conseguir día tras día fuerzas de lo Alto. Puedes estar seguro de que te será dada una porción cada día. Por la lectura de la Palabra, por la instrumentalidad del pastor, por la meditación, por la oración y por la confianza en Dios, recibirás renovadas fuerzas. En Jesús están guardadas para ti todas las cosas que necesitas. Entonces, disfruta de tu continua ración. Mientras el pan de la gracia esté sobre la mesa de la misericordia, nunca te vayas con hambre.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 13


"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no lo conoce a él. Amados, ahora somos hijos de Dios". 1 Juan 3:1-2.  

"MIRAD cuál amor nos ha dado el Padre". Si consideramos lo que hemos sido y lo que todavía somos cuando la corrupción muestra en nosotros su funesto poder, nos admiraremos de que Dios nos haya adoptado como hijos. Sin embargo, ésa es la verdad, pues el pasaje dice que somos llamados hijos de Dios. ¡Qué sublime relación es la de un hijo y qué privilegio entraña! ¡Qué cuidado y qué cariño el hijo espera de su padre y qué amor el padre siente para con su hijo! Pero nosotros, por medio de Cristo, tenemos todo eso y mucho más. En cuanto a los momentáneos sufrimientos que compartimos con nuestro Hermano Mayor, los aceptamos como un honor. "El mundo no nos conoce porque no lo conoce a él". Nos alegramos de ser, juntamente con Jesús, desconocidos en su humillación, pues sabemos que juntamente con él habremos de ser exaltados. "Amados, ahora somos hijos de Dios". Es fácil leer esto, pero no es fácil sentirlo. ¿Cómo se halla tu corazón esta mañana? ¿Se halla en la profundidad de la aflicción? ¿La corrupción se levanta dentro de tu espíritu y la gracia se asemeja a una pobre chispa pisoteada bajo los pies? No temas; tú no tienes que vivir de tus dones ni de tus sentimientos; sólo debes vivir por fe en Cristo. Aunque todo nos sea contrario, aunque estemos en la profundidad de la aflicción, ya estemos en la montaña o en el valle, el pasaje dice que "ahora somos hijos de Dios". "Pero -dices tú- yo no estoy bien ataviado, mis dones no se destacan y mi justicia no brilla esplendorosamente". Hermano, lee otra vez el texto: "Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él apareciere seremos como él es". El Espíritu Santo purificará nuestras mentes y el poder divino perfeccionará nuestros cuerpos, y entonces lo veremos como él es.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.




DEVOCIONAL FEBRERO 12


"Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda por el mismo Cristo nuestra consolación". 2 Cor. 1:5. 

 HAY aquí una bendita proporción.  El gobernador de Providencia lleva una balanza. En un platillo pone las pruebas de su pueblo y en el otro sus consolaciones. Cuando el platillo de las pruebas está casi vacío, el de la consolación se halla casi en el mismo estado. Y cuando el platillo de la prueba está lleno, el de la consolación se halla en la misma condición. Cuando se amontonan las negras nubes, es cuando más claramente se nos revela la luz. Cuando llega la noche y se acerca la tormenta, el Capitán Celestial está más cerca de la tripulación. ¡Verdad bendita ésta, que cuando estamos más abatidos es cuando nos sentimos más aliviados por las consolaciones del Espíritu! Una de las razones de esto estriba en que las pruebas hacen más lugar para la consolación. Los grandes corazones sólo se hacen en las grandes pruebas. La azada de la aflicción ahonda el pozo del consuelo y hace un lugar más espacioso para la consolación. Dios viene a nuestro corazón y lo halla lleno. Rompe nuestras comodidades y lo vacía; entonces hay más lugar para la gracia. Cuanto más humillado esté un hombre, tanto más consuelo tendrá, pues estará en mejores condiciones para recibirlo. Otra razón porque somos más felices en nuestras pruebas es ésta: Tenemos entonces una comunión más íntima con Dios. Cuando el granero está lleno, el hombre puede vivir sin Dios; cuando el bolsillo rebosa de oro, estamos tentados a pasar la vida sin mucha oración. Pero cuando se secan nuestras calabazas, entonces sentimos necesidad de nuestro Dios; cuando los ídolos de nuestra casa son quitados, entonces nos sentimos constreñidos a adorar a nuestro Dios. No hay mejor clamor que el que viene de las partes bajas de las montañas, y no hay oración que tenga ni la mitad del fervor que tiene la que sale de las profundidades del alma, a través de intensas pruebas y aflicciones.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 11


"Y los conocían que habían estado con Jesús". Hechos 4:13. 

UN cristiano debe ser un fiel retrato del Hijo de Dios. Tú habrás leído biografías de Jesús correcta y elocuentemente escritas, pero la mejor biografía de Cristo es la biografía viviente, grabada en las palabras y en los hechos de su pueblo. Si fuéramos lo que profesamos ser, seríamos retratos de Cristo; si, seríamos tan semejantes a Jesús que el mundo no diría (después de haber estado con nosotros largo tiempo): "Si... algo se parece..." sino, al vernos, exclamaría inmediatamente: "Este ha estado con Jesús, ha sido enseñado por él, es semejante a él, ha comprendido el pensamiento del santo Hombre de Nazareth y lo pone en práctica en su vida y en las acciones de cada día". El cristiano debe asemejarse a Cristo en su intrepidez. Cristiano, nunca te avergüences de tu religión, pues ella nunca será para ti un motivo de oprobio. Hónrala siempre con una vida ejemplar. Sé semejante a Jesús: muy valiente en favor de tu Dios. Imítalo en su benignidad. Piensa, habla y obra afectuosamente, para que los hombres puedan decir de ti: "Este ha estado con Jesús". Imítalo en su santidad. ¿Se mostró Jesús celoso por su Dios? Muéstrate tú también; busca siempre de hacer lo bueno. No desperdicies el tiempo, que es muy precioso. ¿Se negó Jesús a sí mismo, no mirando nunca su propio interés? Sé tú lo mismo. ¿Fue piadoso? Sé entonces ferviente en tus oraciones. ¿Se sometió él a la voluntad de su Padre? Sométete tú también. ¿Fue paciente? Aprende tú también a soportar; y sobre todo, aprende como el más acabado retrato de Jesús, a perdonar a tus enemigos como lo hizo él, y haz que las palabras de tu Maestro "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", resuenen siempre en tus oídos. Perdona como esperas ser perdonado. Amontona carbones de fuego sobre la cabeza de tu enemigo, mostrándote bondadoso. Recuerda que hacer bien por mal es asemejarse a Dios. Sé semejante a Dios, pues, y en todos los caminos y por todos los medios, vive de tal manera que todos puedan decir de ti: "Este ha estado con Jesús".  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.


DEVOCIONAL FEBRERO 10


"Sé tener abundancia". Filipenses 4:12 

HAY muchos que "saben estar humillados", pero que no han aprendido cómo "tener abundancia". Cuando son colocados en la cima de una montaña se marean y caen inmediatamente. El cristiano deshonra más a menudo su profesión en la prosperidad que en adversidad. Es peligroso ser próspero. El crisol de la adversidad es una prueba menos severa para el creyente que el refinamiento
de la prosperidad. ¡Cuánta debilidad de alma y cuánto descuido de las cosas espirituales nos han venido a través de las mercedes y de las abundancias de Dios! Sin embargo, no debe necesariamente ser así, pues el apóstol nos dice que él sabe cómo tener abundancia. Cuando tenía mucho, sabía cómo usarlo. La gracia abundante lo capacitaba para poseer abundante prosperidad. Cuando su barco iba viento en popa, lo cargaba con mucho lastre, y así flotaba con seguridad. Se necesita más que habilidad humana para llevar la rebosante copa de gozo mortal con mano firme. Sin embargo, el apóstol había aprendido aquel arte, pues dice: "En todo y por todo estoy enseñado así para hartura como para hambre". Saber cómo estar hartos es algo que solo Dios puede enseñarnos. Los israelitas estuvieron hartos una vez, pero estando aun la carne en sus bocas, la ira de Dios vino sobre ellos. Muchos han pedido bendiciones sólo con el fin de satisfacer la codicia de sus propios corazones. La abundancia de pan ha producido frecuentemente abundancia de sangre, y eso trajo como consecuencia desenfreno de espíritu. Cuando tenemos mucho de las mercedes providenciales de Dios, acontece frecuentemente que tenemos poco de la gracia de Dios, y sentimos poca gratitud por las abundancias que recibimos. Estamos hartos y nos olvidamos de Dios; estamos satisfechos con las cosas terrenales y nos resignamos a dejar de lado el cielo. Estemos seguros de que es más difícil saber cómo estar hartos que aprender a sufrir hambre. Es terrible la tendencia de la naturaleza humana al orgullo y al olvido de Dios. ¡Ten cuidado de pedir en tus oraciones que Dios te enseñe "cómo estar harto"!  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.


DEVOCIONAL FEBRERO 9


"Y consultó David a Jehová". 2 Samuel 5:23. 

CUANDO David hizo esta consulta acababa de luchar con los filisteos y de obtener una significativa victoria. Los filisteos subieron en gran número, pero, por la ayuda de Dios, David los puso en fuga fácilmente. Notemos, sin embargo, que cuando los filisteos vinieron por segunda vez, David no les salió al encuentro antes de consultar a Jehová. Como había salido victorioso una vez, podía haber dicho, como lo han hecho muchos en otros casos: "Saldré victorioso otra vez: puedo estar seguro de que si he conquistado una vez, triunfaré aun otra vez. ¿Por qué, pues, esperar para consultar al Señor?" David no procedió así. Ganó una batalla por el poder del Señor; pero no se aventurará en otra hasta asegurarse el mismo poder. El preguntó al Señor: "¿Iré contra ellos?", y esperó hasta que la señal de Dios le fue dada. Aprendamos de David a no dar ningún paso sin Dios. Cristiano, si quieres conocer la senda del deber, ten a Dios por brújula; si deseas dirigir tu barco a través de las imponentes olas, por el timón en las manos del Todopoderoso. Muchas rocas podrían ser esquivadas si permitiésemos que nuestro Padre gobierne el timón; muchos bancos de arena podrían ser evitados si dejáramos a su soberana voluntad escoger y mandar. Debemos darnos cuenta de que la providencia de Dios nos guía; y si la providencia tarda, esperemos hasta que la providencia llegue. El que se antepone a la providencia, se sentirá gozoso si vuelve otra vez al lugar de partida. "Te enseñaré el camino en que debes andar", es la promesa que Dios hace a su pueblo. Llevemos a él todas nuestras perplejidades y digámosle: "Señor, ¿qué quieres que haga?" No dejes tu casa esta mañana sin inquirir primero la voluntad del Señor.   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.


DEVOCIONAL FEBRERO 8


"Llamarás su nombre Jesús". Mateo 1:21. 

CUANDO una persona es querida, cualquiera cosa que tiene que ver con ella se hace querida por su causa. Así, tan preciosa es la persona del Señor Jesús en el concepto de todos los creyentes, que cada una de las cosas tocante a él, la consideran de inestimable valor. "Mirra, áloes y casia exhalan  todos sus vestidos", dice David, como si los vestidos mismos del Salvador fueran tan embalsamados por su persona que él no podría sino amarlos. En verdad, no hay lugar que aquellos santificados pies hayan pisado, no hay palabra que aquellos benditos labios hayan expresado, no hay siquiera un pensamiento que su amorosa Palabra haya revelado que no nos sea precioso más allá de toda ponderación. Y esto es también verdadero en cuanto a los nombres de Cristo: son todos dulces en los oídos del creyente. Ya se le llame el esposo de la iglesia, su novio, o su amigo; ya se le designe como el Cordero inmolado desde la fundación del mundo, el rey, el profeta o el sacerdote, cada uno de los títulos de nuestro Maestro: Shiloh, Emmanuel, Admirable, Dios Fuerte y Consejero, cada uno de sus nombres es igual al panal que destila miel cuyas gotas son deliciosas. Pero si para el oído del creyente hay un nombre más dulce que otro, ese nombre es Jesús. ¡Jesús!, éste es el nombre que hace que las arpas del cielo toquen armoniosamente. ¡Jesús!, la vida de todos nuestros goces. Si hay un nombre más fascinador que otro, más gracioso que otro, ese nombre es Jesús. Está entrelazado en la misma trama y urdimbre de nuestro himnario. Muchos de nuestros himnos empiezan con este nombre, y apenas habrá alguno que valga algo que termine sin él. Es la suma total de todos los deleites. Es la música con la cual las campanas del cielo tocan; un canto en una palabra: un océano por su significado, aunque una gota por su brevedad; un incomparable canto sagrado en dos sílabas; un resumen de las aleluyas de la eternidad en cinco letras.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.


DEVOCIONAL FEBRERO 7


"Levantaos y andad". Miqueas 2:10.  

LA hora se aproxima cuando este mensaje vendrá a nosotros como viene a todos: "Levántate y sal del hogar en que habitas, de la ciudad en la cual has hecho tus negocios, del lado de tu familia y del lado de tus amigos; levántate y emprende el último viaje". ¿Y qué conocemos nosotros de ese viaje? ¿Qué conocemos del país al que estamos destinados? Algo conocemos, algo nos ha sido revelado por el Espíritu Santo, pero ¡cuán poco conocemos de los reinos del futuro! Sabemos que hay un obscuro y tormentoso río llamado "muerte". Dios nos manda cruzarlo y nos promete estar con nosotros ¿Y qué viene después de la muerte? ¿Qué mundo de maravillas se presentará ante nuestra vista? ¿Qué escena de gloria se desplegará delante de nosotros? Ningún viajero ha vuelto de allá para hacérnoslo saber. Pero, sin embargo, conocemos lo suficiente de la patria celestial, como para responder con gozo y alegría a la invitación que se nos hace para ir allá. El viaje de la muerte puede ser tenebroso, pero nosotros lo emprenderemos sin temor, sabiendo que Dios estará con nosotros cuando andemos en el valle de la sombra de la muerte; y, por lo tanto, no tendremos necesidad de temer mal alguno. Nos separaremos de todo lo que conocemos y amamos aquí, pero iremos a la casa de nuestro Padre, donde está Jesús, iremos a aquella "ciudad que tiene fundamentos, el artífice y hacedor de la cual es Dios". Esta será nuestra última separación para ir a habitar por siempre con aquel a quien amamos, para habitar en medio de su pueblo y en la presencia de Dios. Cristiano, medita mucho en el cielo; esto te ayudará a seguir adelante y olvidar la fatiga del camino. Este valle de lágrimas no es otra cosa que el camino real que nos conduce a la patria mejor; este mundo no es sino el puente que nos lleva a un mundo de bienaventuranzas.  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 6


"Orando en todo tiempo". Efesios 6:18.  

¡QUÉ multitud de oraciones hemos elevado desde el primer momento en que aprendimos a orar! Nuestra primera oración fue hecha en favor de nosotros mismos; pedimos a Dios que tuviera misericordia de nosotros y borrara nuestros pecados. El nos oyó. Cuando borró nuestros pecados, enseguida hicimos más oraciones en favor de nosotros. Hemos tenido que orar por la gracia que  santifica, por la gracia que impulsa a hacer lo bueno y por la que impide hacer lo malo. Hemos sido guiados a pedir una nueva certidumbre de fe, a implorar la consoladora aplicación de la promesa, a rogar que se nos librase de la hora de la tentación, a pedir ayuda para el cumplimiento del deber y socorro para el día de la prueba. Hemos sido impulsados a ir a Dios para bien de nuestras almas, pidiendo, como mendigos consuetudinarios, todo lo que necesitábamos. Da testimonio, hijo de Dios, de que nunca pudiste conseguir en otra parte algo para tu alma. Todo el pan que tu alma ha comido, vino del cielo, y todo el agua que ha bebido, fluyó de la roca viva, que es Cristo Jesús el Señor. Tu alma nunca se ha enriquecido por sí misma; ha sido más bien una pensionista diaria de la bondad de Dios. De modo que tus oraciones han ascendido al cielo en una hilera de bondades casi infinitas. Tus necesidades fueron innumerables, y en consecuencia las provisiones han sido infinitamente grandes. Tus oraciones han sido muy variadas y las mercedes recibidas, incontables. En vista de esto, ¿no tienes motivo para decir "Amo al Señor porque él oyó la voz de mi ruego"? Pues así como nuestras oraciones fueron muchas, así también han sido muchas las respuestas de Dios. El te oyó en el día de la angustia; te fortaleció y te ayudó, aun cuando tú lo afrentaste por temblar y dudar en el propiciatorio. Recuerda esto y haz que tu corazón se llene de gratitud a Dios, que oyó con misericordia tus pobres y débiles oraciones. "Bendice, alma mía, a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios".  

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.


DEVOCIONAL FEBRERO 5


La salvación vino del Padre 

"El Padre ha enviado al Hijo para ser Salvador del mundo".  1 Juan 4:14.  

ES agradable pensar que Jesús no vino al mundo sin el consentimiento, sin el permiso, sin la autoridad y sin la asistencia de su Padre. Fue enviado por el Padre para que fuese el Salvador de los hombres. Estamos propensos a olvidar que si bien hay distinciones en cuanto a las personas de la Trinidad, no las hay en cuanto al honor de las mismas. Por otra parte, atribuimos muy frecuentemente el honor de nuestra salvación -o por lo menos la profundidad de su bondad- más a Cristo Jesús que al Padre. Este es un grave error. ¿No fue el Padre el que envió a Jesús? Si Jesús habló maravillosamente, ¿no fue el Padre quien derramó gracia en sus labios para que fuese ministro capaz del nuevo pacto? El que conoce al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como debe conocerlos, los ama a todos por igual; los ve a los tres en Belén, en Gethsemaní y en el Calvario, igualmente interesados en la obra de la salvación. ¡Oh, cristiano!, ¿has puesto tu confianza en el Hombre Cristo Jesús? ¿Has puesto tu fe sólo en él? ¿Estás unido a él? Entonces cree que estás también unido al Dios del cielo. Por el hecho de que para el Hombre Cristo Jesús eres un hermano y tienes con él íntima comunión, tú estás unido al Dios eterno, y el "Anciano de días" es tu Padre y tu amigo. ¿Consideraste alguna vez la profundidad del amor que había en el corazón de Jehová, cuando Dios Padre preparó a su Hijo para la gran empresa de misericordia? Si no lo has hecho, medita hoy en esa verdad. ¡El Padre lo envió! Reflexiona en esta declaración. Piensa cómo Jesús obró lo que el Padre deseaba. Mira el amor del gran YO SOY en las heridas del agonizante Salvador. Que cada pensamiento relacionado con Jesús sea conectado con el Eterno, el Dios bendito para siempre, pues "Jehová quiso quebrantarlo, sujetándolo a padecimiento".   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.


DEVOCIONAL FEBRERO 4


Aquel que te amó y perdonó, no cesará de amar.

 "El amor de Jehová". Oseas 3:1.  

CREYENTE, echa una mirada retrospectiva a través de tu experiencia y recuerda el camino del desierto por el cual el Señor te guió. Considera cómo te ha alimentado y vestido todos los días, cómo soportó tu mala conducta, cómo sufrió tus murmuraciones y tus ansias por las ollas de Egipto, cómo abrió la roca para satisfacer tu sed y cómo te alimentó con el maná que descendió del cielo. Piensa cómo su gracia te bastó en tus tribulaciones, cómo su sangre te limpió de todo pecado y cómo su vara y su cayado te infundieron aliento. Cuando hayas considerado el amor que Dios te tuvo en el pasado, procura entonces que la fe te haga ver el amor que te tendrá en el futuro, pues, recuerda, el pacto y la sangre de Cristo tienen en sí algo más que el pasado. El que te amó y perdonó, nunca cesará de amar y perdonar. El es el alfa y será también la omega: el primero y el último. Por lo tanto, ten presente, que cuando pases por el valle de la sombra de la muerte, no tienes que temer mal alguno, porque él está contigo; cuando estés en las frías aguas del Jordán no tienes necesidad de temer, pues la muerte no te puede separar de su amor, y cuando entres en los misterios de la eternidad no tienes que temblar "pues estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles ni principados, ni potestades, ni lo presente ni lo porvenir, ni lo alto ni lo bajo, ni ninguna criatura nos podrá apartar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro". Alma, ¿no reaviva esto tu amor? ¿No te induce a amar a Jesús? Un vuelo a través del ilimitado espacio del éter del amor, ¿no inflama tu corazón y te impulsa a deleitarte en el Señor tu Dios? A medida que meditamos en "el amor de Jehová" nuestros corazones arden en nosotros y ansiamos amarlo más.   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



DEVOCIONAL FEBRERO 3


Deudores a Dios 

"Así que, hermanos, deudores somos". Rom. 8:12. 

Como criaturas de Dios todos somos deudores. Debemos pues, obedecerlo con todo nuestro cuerpo, con toda nuestra alma y con toda nuestra fuerza. Por haber quebrantado sus mandamientos, somos deudores a su justicia y le debemos una suma tan crecida que nos es imposible pagarla. Pero del cristiano se puede decir que no debe nada a la justicia de Dios, porque Cristo pagó la deuda de los suyos. Por esta razón el creyente debe amar más.
Soy deudor a la gracia de Dios, pero no a su justicia, pues él nunca me acusará de una deuda que ya ha sido pagada. Cristo dijo: "Consumado es", y con esto quiso decir que todo cuanto su pueblo debía, fue cancelado para siempre del libro del recuerdo. Cristo ha satisfecho enteramente la justicia divina; la cuenta quedó saldada, la cédula fue clavada en la cruz, el recibo fue entregado y nosotros no somos más deudores a la justicia de Dios. Pero por el mismo hecho de que no somos deudores de nuestro Dios en ese sentido, hemos llegado a constituirnos en diez veces más deudores de él de lo que lo hubiéramos sido de otra manera. Cristiano, detente y considera por un momento cuán deudor eres a la soberanía divina, cuánto debes a su desinteresado amor, pues él dio a su propio Hijo para que muriese por ti. Considera cuánto debes a su gracia perdonadora que, aun después de diez mil afrentas, te ama tan infinitamente como siempre. Considera lo que debes a su poder, cómo te levantó de la muerte del pecado, cómo te ha guardado de caer, cómo ha preservado tu vida espiritual y cómo -aunque diez mil enemigos cercaron tu camino- te hizo capaz de andar por él sin titubeos. Considera lo que debes a su inmutabilidad. Aunque tú has cambiado diez mil veces, él no ha cambiado ni una vez. Estás muy endeudado con los atributos de Dios. Tú mismo te debes a Dios y le debes todo lo que tienes; ríndete como un sacrificio vivo, pues éste es tu racional culto.   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.


DEVOCIONAL FEBRERO 2


Redimidos de pecado por su sangre 

"Sin derramamiento de sangre no se hace remisión". Heb. 9:22.
  
ESTA es la voz de la verdad inalterable. En ninguna de las ceremonias judías -aún típicamente consideradas- se hacía remisión de pecados sin derramamiento de sangre. En ningún caso y por ningún medio puede el pecado ser perdonado sin expiación. Es claro, entonces, que no haya esperanza para mí fuera de Cristo, pues no hay otro derramamiento de sangre que sea considerado como expiación por el pecado.
¿Estoy yo creyendo en él? ¿Es realmente aplicada a mi alma la sangre de su expiación?
En lo que respecta a la necesidad que tienen de Cristo, todos los hombres están en el mismo nivel. Por más morales, generosos, amantes y patriotas que seamos, esta regla no será alterada con el fin de hacer para nosotros una excepción. El pecado no cede a nada que sea menos potente que la sangre de aquel a quien Dios envió como propiciación.
¡Qué bendición que haya un medio de perdón! ¿Por qué hemos de buscar otro?
Las personas que profesan una religión meramente formal, no se explican cómo podemos regocijarnos de que todos nuestros pecados han sido perdonados por Cristo. Sus obras, sus rezos y sus ceremonias les dan un consuelo muy pobre; bien pueden ellos estar tranquilos, pues están menospreciando la grande salvación y se empeñan en conseguir sin sangre la remisión. Alma mía, siéntate y contempla la justicia de Dios, que se ve obligada a castigar el pecado. Mira todo ese castigo infligido a tu Señor, y arrodíllate humildemente y besa los queridos pies de aquel que hizo expiación por ti. No vale nada, cuando la conciencia está despierta, recurrir, para hallar consuelo, a sentimientos y evidencias; es éste un hábito que aprendimos en el Egipto de nuestra legal esclavitud. Lo único que puede restaurar a una conciencia convicta de pecado, es la visión de Cristo mientras sufre en la Cruz. "La sangre es la vida de ella", dice la ley levítica. Estemos seguros de que la sangre es la vida de la fe, del gozo y de cada una de las otras santas gracias.   

Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.



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