Deudores a Dios
"Así que, hermanos, deudores somos". Rom.
8:12.
Como criaturas de Dios todos somos deudores. Debemos pues,
obedecerlo con todo nuestro cuerpo, con toda nuestra alma y con toda nuestra
fuerza. Por haber quebrantado sus mandamientos, somos deudores a su justicia y
le debemos una suma tan crecida que nos es imposible pagarla. Pero del
cristiano se puede decir que no debe nada a la justicia de Dios, porque Cristo
pagó la deuda de los suyos. Por esta razón el creyente debe amar más.
Soy deudor a la gracia de Dios, pero no a su justicia, pues
él nunca me acusará de una deuda que ya ha sido pagada. Cristo dijo:
"Consumado es", y con esto quiso decir que todo cuanto su pueblo
debía, fue cancelado para siempre del libro del recuerdo. Cristo ha satisfecho
enteramente la justicia divina; la cuenta quedó saldada, la cédula fue clavada
en la cruz, el recibo fue entregado y nosotros no somos más deudores a la
justicia de Dios. Pero por el mismo hecho de que no somos deudores de nuestro
Dios en ese sentido, hemos llegado a constituirnos en diez veces más deudores
de él de lo que lo hubiéramos sido de otra manera. Cristiano, detente y
considera por un momento cuán deudor eres a la soberanía divina, cuánto debes a
su desinteresado amor, pues él dio a su propio Hijo para que muriese por ti.
Considera cuánto debes a su gracia perdonadora que, aun después de diez mil
afrentas, te ama tan infinitamente como siempre. Considera lo que debes a su
poder, cómo te levantó de la muerte del pecado, cómo te ha guardado de caer,
cómo ha preservado tu vida espiritual y cómo -aunque diez mil enemigos cercaron
tu camino- te hizo capaz de andar por él sin titubeos. Considera lo que debes a
su inmutabilidad. Aunque tú has cambiado diez mil veces, él no ha cambiado ni
una vez. Estás muy endeudado con los atributos de Dios. Tú mismo te debes a
Dios y le debes todo lo que tienes; ríndete como un sacrificio vivo, pues éste
es tu racional culto.
Tomado de: Lecturas Matutinas de Charles Haddon Spurgeon.
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