Una petición de auxilio Divino

Una petición de auxilio Divino en medio del ataque de los enemigos. 
Deléitate en alabar Su nombre y El se encargará de manifestar su Grandioso Poder.
Salmo 108
1 Mi corazón está dispuesto, oh Dios;
Cantaré y entonaré salmos; esta es mi gloria.
2 Despiértate, salterio y arpa;
Despertaré al alba.
3 Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos;
A ti cantaré salmos entre las naciones.
4 Porque más grande que los cielos es tu misericordia,
Y hasta los cielos tu verdad.
5 Exaltado seas sobre los cielos, oh Dios,
Y sobre toda la tierra sea enaltecida tu gloria.
6 Para que sean librados tus amados,
Salva con tu diestra y respóndeme.
7 Dios ha dicho en su santuario: Yo me alegraré;
Repartiré a Siquem, y mediré el valle de Sucot.
8 Mío es Galaad, mío es Manasés,
Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza;
Judá es mi legislador.
9 Moab, la vasija para lavarme;
Sobre Edom echaré mi calzado;
Me regocijaré sobre Filistea.
10 ¿Quién me guiará a la ciudad fortificada?
¿Quién me guiará hasta Edom?
11 ¿No serás tú, oh Dios, que nos habías desechado,
Y no salías, oh Dios, con nuestros ejércitos?
12 Danos socorro contra el adversario,
Porque vana es la ayuda del hombre.
13 En Dios haremos proezas,
Y él hollará a nuestros enemigos.



TIEMPO DEVOCIONAL ABRIL 03

En ellos se cumple la profecía de Isaías: “Por mucho que oigan, no entenderán; por mucho que vean, no percibirán”. Mateo 13:14 (NVI)

A mí me enseñaron cuando era niño que las parábolas eran historias terrenales con significados celestiales. Hay, por supuesto, algo de verdad en eso. Sin embargo, ver las parábolas sólo como una ayuda para la comprensión, no tendría en cuenta lo que Jesús dijo acerca de ellas.

Lo que Jesús dijo a sus discípulos es que sus parábolas confundirían a los que no fueran sus discípulos y sólo ilustrarían a los que lo fueran. Y continúa citando a Isaías diciendo: “Por mucho que oigan, no entenderán… 15 Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les han embotado los oídos, y se les han cerrado los ojos. Mateo 13:14-15(NVI).

Es importante notar que cualquier falta de entendimiento no se debe al maestro, sino al oyente. Jesús no estaba bromeando con una deliberada confusión, sino que estaba señalando, que la confusión es el síntoma de una falla fundamental en el oyente. Nuestra capacidad para entender la verdad espiritual no es una habilidad intelectual, sino una actitud moral hacia Dios. Y el prerrequisito fundamental para entender las cosas del Espíritu es estar alineados con el Espíritu mismo.

En 1a Corintios 2:12 Pablo dice: “Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido”. En relación con Jesucristo, nacemos de nuevo de Su Espíritu, y es Su Espíritu que nos abre los ojos a las verdades de la Escritura y nos da entendimiento. El hombre sin el Espíritu, dice Pablo, no acepta las cosas de Dios. Ellos son locura para él o para ella, porque han de discernirse espiritualmente.

¿Cómo es tu relación con Dios? ¿Lo estas llevando a cada parte de tu vida y estas pasando tiempo en Su Palabra? ¿Tienes un lugar tranquilo donde puedas estar a solas con Él y escuchas Su voz?

¿Cómo oír a Dios? Por medio del Espíritu de Dios. Entre más profunda sea nuestra relación con Él, más profunda será nuestra comprensión y comunión con Él.

ORACIÓN: Querido Señor, entre más tiempo paso contigo más me te revelas a mí. Gracias por tu Espíritu que habita en mí y me lleva a una mayor comprensión de tu Palabra.

PARA REFLEXIONAR: ¿Tengo un lugar tranquilo, donde me encuentro en secreto con Dios?

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TIEMPO DEVOCIONAL ABRIL 02

No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco. Romanos 7:15 (NVI) Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. Romanos 7:18 (NVI)

El problema de la humanidad comenzó en el Jardín del Edén cuando Dios retiró Su Espíritu de Adán y Eva, y la raza humana se separó de la vida de Dios. Ésta es la condición en que todos nacemos, y por consiguiente la que mantenemos y aunque tenemos la capacidad de ser santos hemos perdido la habilidad de la bondad. Nuestra capacidad de bondad se evidencia en nuestras frustraciones con el mal de este mundo y nuestro deseo por hacer el bien. La pérdida de nuestra capacidad se ve en nuestro reiterado incumplimiento para realizar lo que queremos. 

El apóstol Pablo habló honestamente sobre este conflicto en su carta a los Romanos. Él dice que él no hace lo que él quiere hacer, pero hace lo que él aborrece hacer. Él explica: “pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí”. Romanos 7:17 (NVI). Él continua diciendo: “Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal. Porque en lo íntimo de mi ser me deleito en la ley de Dios; pero me doy cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley, que es la ley del pecado. Esta ley lucha contra la ley de mi mente, y me tiene cautivo”. Romanos 7:21-23 (NVI).

He aquí que el problema está en nuestra capacidad para hacer el bien, que profundamente creemos y que lejos estamos de cumplir, queremos hacer lo bueno, y no lo hacemos por lo que nos frustramos una y otra vez. Lo que quiero y lo que hago está en conflicto entre sí. Pero cuando nuestro deseo de hacer lo bueno y nuestra capacidad para hacerlo están en conflicto es cuando nos encontramos dentro del margen en la cual Dios interviene. Pablo escribe: “En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana, a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu”. Romanos 8:3-4 (NVI). 

Es la quiebra de nuestros propios corazones inherentes a nuestra naturaleza pecaminosa la que crea nuestra necesidad de la vida de Cristo para operar en nosotros como recurso de poder y fortaleza. En Jesucristo tenemos los medios para hacer lo que profundamente queremos hacer, pero no tenemos el poder para hacerlo. La carne siempre va a luchar contra el Espíritu, pero en Cristo hay libertad y la victoria sobre el pecado como solo Él, es capaz.

ORACIÓN: Querido Señor, soy consciente de mi naturaleza pecaminosa y de la constante batalla contra la carne. Te pido que tu Espíritu me llene y me fortalezca para que pueda vivir una vida que no sólo se deleita en tus leyes, sino que permanece en ellas.

PARA REFLEXIONAR: ¿Estoy aprovechando el poder de Cristo cuando soy tentado(a) a hacer lo que no quiero hacer?

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TIEMPO DEVOCIONAL ABRIL 01

“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo…” Colosenses 3:15 (RVR1960)

Estar en paz con Dios es una cosa, pero dejar que la paz de Cristo gobierne en nuestros corazones, eso es otra cosa. Cuando lo dejamos obrar desde lo más profundo de nuestro ser, sin importar lo que pase, es que verdaderamente podemos disfrutar de la paz de Cristo. Aunque nuestro mundo exterior puede estar en crisis, si nuestros corazones están arraigados en Jesús, Él se convierte en el pilar de nuestra fortaleza.

Pablo no habla de dejar que la paz de Dios esté presente en nuestros corazones, sino que gobierne en nuestros corazones - para que tome control y que libremente se someta todo lo demás a ese gobierno. Debido a que somos los receptores de la gracia de Dios, vamos a experimentar la paz de Dios como nuestro recurso de estabilidad, sin importar lo que esté sucediendo a nuestro alrededor. No es una paz lógica derivada de la capacidad humana, sino que es de origen sobrenatural.

La paz de Dios es muy diferente a la tranquilidad, que está muy bien ilustrado en un concurso de pintura celebrado en Inglaterra. El tema para los artistas era la "paz" y hubo dos ganadores. Una de las pinturas era una apacible vista panorámica de la región de los Lagos en el noroeste de Inglaterra, con una magnífica imagen que mostraba los majestuosos árboles de coníferas que se reflejaban en el lago. No había nada de sorprendente en la serenidad y tranquilidad de esta pintura. Daban ganas de ir allí y ganó el segundo premio.

Otra pintura era de una violenta tormenta, las turbulentas olas se estrellaban contra las rocas, nubes negras, relámpagos y viento fuerte. Había un acantilado escarpado que se hundió en el mar y a dos tercios de la altura de este acantilado había una gaviota sentada en su nido, que se encontraba encaramada en una hendidura de la roca, con los ojos cerrados. El artista llamó a su pintura “Paz” y ganó el primer premio.

La paz de Dios no significa sacarnos de nuestras dificultades. Los tiempos duros vendrán, pero en ellos podemos experimentar no sólo la paz de Dios, sino además su suficiencia. Pablo nos dice: Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:6-7 (RVR1960). "Con acción de gracias" expresemos nuestra dependencia en Dios, dándole gracias por su presencia. Clamamos su promesa, cuando permitimos que la paz de Cristo gobierne en nuestros corazones y dejamos de estar ansiosos.

ORACIÓN: Gracias, Padre Celestial, por haberme dado la paz de Cristo para que gobierne mi corazón y me sustente a través de cualquier tormenta. Ayúdame siempre a descansar en Ti y recurrir a tu fortaleza.

PARA REFLEXIONAR: ¿Estoy permitiendo que la ansiedad tome lo mejor de mí en tiempos difíciles, o estoy descansando en Cristo al experimentar su paz?

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