David oró: “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado” (Salmos 16:1). La
palabra hebrea que David usa para “guardar” en este versículo está repleta de
significado. Dice, en esencia: “Pon un cerco alrededor de mí, un muro de
espinas protectoras. Guárdame y protégeme. Observa todos mis movimientos, todos
mis idas y venidas”.
David creía plenamente que Dios preserva a los justos. Este bendito hombre
declaró: “He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. Jehová
es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará
de día, ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal; El guardará tu
alma” (Salmos 121:4-7). Las mismas palabras hebreas usadas en el Salmo 16:1
aparecen en este pasaje. Una vez más, David está hablando del cerco divino de
Dios, el muro de protección sobrenatural. Él nos asegura: “Dios te vigila a
donde sea que vayas”.
Si tienes problemas en aceptar el deseo de Dios de preservarte, lee donde
David dijo: “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre...Jehová sostiene su
mano” (Salmos 37:23-24).
Incluso Job en su agonía testificó del poder preservador de Dios. Este
hombre perdió a su familia, sus posesiones, su salud, su buen nombre, pero se
refirió a Dios como “Guarda [preservador] de los hombres” (Job 7:20).
Una y otra vez, nuestro Dios ha demostrado ser un preservador para su
pueblo. ¿Por qué el Señor está tan decidido a preservarnos? Encontramos una
pista en las palabras de Moisés: “Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos
estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos
los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy” (Deuteronomio 6:24).
Moisés dice que Dios les dio los mandamientos para preservarlos y mantenerlos
por la misma razón por la cual Dios quiere salvarnos y protegernos: ¡Para que
su plan para nuestras vidas se llegue a cumplir!
Por David Wilkerson (1931-2011)
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