“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios” (Romanos 8:38,
39).
Pablo nos da una palabra útil a la que aferrarse: seguro. Es la clave para ser liberado de toda duda respecto al favor de Dios
hacia nosotros.
Incluso cuando tenemos dudas persistentes, la gracia de Dios fluye
libremente para sanarnos. Sucedió para el discípulo Tomás, quien dudó de sus
amigos cuando dijeron que Jesús estaba vivo. Tomás representa a muchos
cristianos hoy. Alguna vez creyeron en Cristo y se regocijaron al ver a Dios
transformando vidas. Pero luego vino una dura prueba que se prolongó por años.
Estos cristianos todavía van a la iglesia y escuchan sermones acerca de la
bondad de Dios. Pero algo dentro de ellos ha muerto y no pueden resucitarlo. La
persistente decepción de su largo y triste revés los ha golpeado demasiado.
¿Este es tu caso? Jesús quiere venir a ti tal como lo hizo con Tomás. Él
quiere mostrarte sus cicatrices de su peor prueba posible. Él quiere que el
poder de su resurrección te levante a la vida de una manera que nunca podrías
lograr por ti mismo. Él viene para que estés seguro de su Palabra eterna; para demostrar, a través de su resurrección,
que nada te descarrilará del propósito de su reino: “Ni lo alto, ni lo
profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro” (8:39).
Debido a la amorosa gracia de Jesús, Tomás volvió a creer y se convirtió en
uno de los discípulos más impactantes de entre todos. Jesús no le retuvo nada a
Tomás cuando su amigo necesitaba creer nuevamente. Jesús también te llama su
amigo, y él no ha te retenido nada para mantenerte en su amor. Él te trae la
vida de resurrección en medio de tu prueba y, como Tomás, volverás a ver su
gloria y te asombrarás.
Por Gary Wilkerson
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