“No desmayamos ... sino por la
manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de
Dios” (2 Corintios 4:1-2). El apóstol Pablo declara que estamos llamados a ser
una manifestación de la verdad. Por supuesto, sabemos que Jesús es esta verdad.
Entonces, ¿qué quiere decir Pablo al decir, en esencia, que debemos manifestar
a Jesús?
Una manifestación es un “resplandecer” que hace que algo sea claro y
comprensible. Entonces, en resumen, Pablo dice que somos llamados a hacer que
Jesús sea conocido y entendido por todas las personas. En cada una de nuestras
vidas, debe haber un resplandor de la misma naturaleza y semejanza de Cristo.
Pablo lleva aún más allá, este concepto de manifestar a Cristo. Él dice que
en realidad somos las cartas de Dios al mundo: “Nuestras cartas sois vosotros,
escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres … escrita
no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de
piedra, sino en tablas de carne del corazón” (2 Corintios 3:2-3).
La mente carnal simplemente no puede comprender las cosas espirituales. Las
considera tontas. Entonces Dios escogió hacer conocer a su Hijo a los pecadores
de la manera más efectiva: al revelarlo en epístolas de carne y hueso, mensajes
vivientes que pueden leer todos. Esto sucede sólo por la obra del Espíritu. En
el momento en que somos salvos, el Espíritu Santo imprime en nosotros la misma
imagen de Jesús y él continúa formando esta imagen en nosotros. La misión del
Espíritu es formar en nosotros una imagen de Cristo que sea tan veraz y precisa
que en realidad perfore las conciencias de las personas.
El Espíritu Santo logra esto agarrando nuestros corazones redimidos y
cuerpos entregados y continuamente atrayéndonos a la presencia de Jesús. Ahí
estamos obligados a vivir una vida santa.
Mientras pasas más tiempo con él, su imagen en ti crecerá y tu vida se
convertirá en una manifestación tan poderosa de Jesús que los que te rodean
serán tocados y conmovidos.
Por David Wilkerson (1931-2011)
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