Sanadas por sus heridas

Marzo 31 “Por su llaga fuimos curados”. Isaías 53:5 PILATOS entregó a nuestro Señor a los lictores para que fuese azotado. El azote romano era un instrumento de tortura espantoso. Estaba hecho con fibras de bueyes, a las que se entrelazaban aquí y allá filosas espinas; de suerte que toda vez que el látigo caía, esas agudas espinas producían terrible laceración y arrancaban carne. El Salvador estaba, sin duda, atado a la columna, y así azotado. Ya antes había sido golpeado, pero ahora los lictores romanos le infligen probablemente las más severas de las flagelaciones. _¡Alma, quédate aquí y llora sobre su pobre cuerpo herido!_ Seguidora de Jesús, ¿puedes mirarlo sin llorar, mientras está delante de ti como modelo de agonizante amor? El es a la vez inmaculado como el lirio y rojo como la rosa, con el carmesí de su propia sangre. Mientras experimentamos la segura y bendita sanidad que sus llagas nos han traído, ¿no arde nuestro corazón de amor y pena a la vez? Si alguna vez hemos ama...