Ninguno como Dios


_Lectura Matutina_
Mayo 18
Soy una Princesa Guerrera
 *”No temáis, ni os amedrentéis; ¿no te lo hice oír desde la antigüedad, y te lo dije? Luego vosotros sois mis testigos. No hay Dios  sino yo. No hay Fuerte; no conozco ninguno.”* Isaías 44:8
Por inspiración divina, el profeta Isaías está amonestando al pueblo de Israel a que busquen y sirvan a Su Dios. Con ese estilo tan hermoso que tiene este profeta, comienza el capítulo con palabras fuertes y dulces a la vez.
Al parecer, uno de los pecados principales que tenía Israel en esos momentos era la rebelión y, por supuesto, este pecado de rebelión siempre trae consigo la idolatría. El rebelde dice en su corazón: “Nadie puede gobernarme. Por lo tanto, no me someteré al Dios Altísimo, sino que yo escojo al dios que quiero servir. Me haré imágenes de talla y lo adoraré”.
Isaías, viendo a su alrededor tal apostasía, escucha la voz del Espíritu de Dios que le dice que hay una bendición en el futuro de Israel. Ahora no lo amaban, pero luego lo amarían. Ahora no decían que eran su pueblo, pero llegaría el día en que dirían: “Yo soy del Señor” (44:5). Ahora lo despreciaban, pero cuando la tierra estuviera seca y hubiera sed de Dios, Él derramaría lluvia en abundancia, lluvia de Su Espíritu.
El profeta escucha la voz de Dios que le dice que Él es el Dios verdadero, el primero y el último, y que no hay otro como ÉL. Sin embargo, la triste verdad es que nadie en esos momentos lo proclamaba así, pero Dios no se dio por vencido y proclama que no hay nadie como Él: “¿Quién como yo? Que lo diga. Que declare” (44:7).
Cuando los hombres no quieran reconocer y declarar que el Dios Elóah es la Roca de los siglos, el mismo Dios lo declarará.
Desde _“En tu Nombre”_
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