DEVOCIONAL MARZO 22


La calidad de lo que fluye de nuestras vidas es el indicador más seguro de la calidad de lo que está llenando nuestras vidas.
No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos. Hechos 2:46-47 (NVI)
Tres mil se convirtieron a Cristo después de que Pedro predicó el día del Pentecostés en Hechos capítulo 2. Dentro de los siguientes días 5,000 personas habían entregado sus vidas a Cristo. Un crecimiento explosivo se estaba llevando a cabo en la ciudad que siete semanas antes había crucificado a Cristo. Aquellos primeros discípulos tenían a su disposición algo completamente nuevo. Hasta el día del Pentecostés habían sido seguidores de Cristo, pero ahora moraba en ellos la vida misma de Cristo, por el don del Espíritu Santo dado a ellos.

Su presencia los transformó espiritualmente - hablaron con nuevo valor. Los transformó socialmente - estaban "disfrutando del favor de todo el pueblo". Los transformó fructíferamente - "y el Señor agregaba cada día a quienes habían de ser salvos" (Hechos 2:47). El impacto del Espíritu Santo sobre los discípulos los llevó directamente a impactar a su comunidad. Por supuesto que hubo oposición, pero lejos de ser esto un indicativo de que las cosas iban mal, fue la evidencia del impacto positivo en su comunidad. Lo que fluye de nuestras vidas para el beneficio de otros es la evidencia de Su Espíritu que fluye dentro de nosotros. 
Señor, quiero vivir la plenitud de Tu presencia en mi vida, no sólo por lo que soy enriquecido sino para que me convierta en un medio de enriquecimiento para los demás.




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