Entre
más humildes seamos, más fácilmente nos puede usar Dios.
Pero
él me dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la
debilidad.” Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades,
para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. 2ª Corintios 12:9 (NVI)
Nuestra tendencia es cubrir
nuestras debilidades y hacer alarde de nuestros puntos fuertes. Ésta es una de
las paradojas más importantes de la vida cristiana: nuestras fortalezas se
convierten en nuestras debilidades y nuestras debilidades se convierten en
nuestras fortalezas. Esto no quiere decir que confiemos en Dios para que nos
permita hacer lo que no tenemos capacidad para hacer o que escondamos nuestras
capacidades y no las utilicemos. Él está hablando de la percepción que tenemos
de nuestra autosuficiencia por un lado, y nuestro sentido de insuficiencia por
el otro.
Dios le dijo a Jeremías: “Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el SEÑOR, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada” (Jeremías 9:23-24).
Nunca seremos demasiado débiles o demasiado pobres para Dios, pero sí podemos ser muy fuertes o muy ricos para él. No se trata de negar nuestras capacidades o recursos, sino de donde ponemos nuestra confianza. Cuando nuestra capacidad natural nos lleva a creer que somos autosuficientes, entonces se convierte en nuestra debilidad. Las sorprendentes experiencias de Pablo respecto a las revelaciones especiales que Dios le dio fácilmente pudieron hacerlo sentir orgulloso. Por esta razón, él dice que vino “un mensajero de Satanás, para atormentarme”, lo que lo impulsó a buscar refugio en Dios, donde Su gracia se hizo suficiente para él (2ª Corintios 12:7). Aquí, en su debilidad, encontró la verdadera fortaleza.
Dios le dijo a Jeremías: “Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el SEÑOR, que actúo en la tierra con amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada” (Jeremías 9:23-24).
Nunca seremos demasiado débiles o demasiado pobres para Dios, pero sí podemos ser muy fuertes o muy ricos para él. No se trata de negar nuestras capacidades o recursos, sino de donde ponemos nuestra confianza. Cuando nuestra capacidad natural nos lleva a creer que somos autosuficientes, entonces se convierte en nuestra debilidad. Las sorprendentes experiencias de Pablo respecto a las revelaciones especiales que Dios le dio fácilmente pudieron hacerlo sentir orgulloso. Por esta razón, él dice que vino “un mensajero de Satanás, para atormentarme”, lo que lo impulsó a buscar refugio en Dios, donde Su gracia se hizo suficiente para él (2ª Corintios 12:7). Aquí, en su debilidad, encontró la verdadera fortaleza.
¿Qué
eventos te llevan a tener una mayor confianza en Dios? Toma tiempo para darle
gracias a Dios por ellos.
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