“Él es el sacrificio por el perdón de nuestros
pecados, y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo” - 1a Juan
2:2 (NVI)
Cuando mucha gente piensa en Dios, piensan en amor,
compasión, amabilidad, bondad, misericordia, justicia; y por supuesto, todo
esto es cierto acerca de Él. Para muchos Él incluso se ha convertido en ese
“gran amigo en el cielo”, y cualquier noción de que Dios se enoja es ajena a
ellos.
Pero la verdad es que Dios sí se enoja, y la ira de su
furor tuvo que ser afrontada. Antes de ser un Dios de amor, Él es ante todo un
Dios “justo”. Si no lo fuera, entonces no habría habido necesidad de la cruz.
La brutalidad de la cruz es una expresión de la rabia de Dios, y no
entenderemos la Cruz de Cristo hasta que no sepamos algo acerca de la ira de
Dios.
En primer lugar, Cristo no murió por nosotros. Él
murió por su Padre. Nosotros no somos los que demandan la cruz. Estaríamos
perfectamente contentos con un arreglo que nos permita confesar nuestros
pecados a Dios y ser perdonados por razón de su misericordia, sin necesidad de
la cruz.
Es Dios quien exige la cruz. Son la justicia y la
integridad de Dios lo que requiere el derramamiento de la sangre. Él declaro
que el pago del pecado es la muerte. Nosotros nacimos en un estado de muerte
espiritual, la consecuencia del pecado heredado. Así que, o nos quedamos en
nuestra condición de muerte espiritual o necesitamos un sustituto para que
entre en nuestro lugar y tome la ira de Dios sobre sí mismo. Ésta es la gran
transacción de la cruz: “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo
trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2a
Corintios 5:21)
Debemos reconocer nuestro pecado, pero no somos
perdonados por que nos arrepintamos. Somos perdonados porque Cristo en la cruz
satisfizo la justa ira de Dios. Pablo dice en Romanos 3:25 “A quien Dios puso
como sacrificio por medio de la fe en su sangre. Lo hizo para demostrar su
justicia…” Una palmadita en la espalda para perdonar nuestros pecados,
socavaría completamente la justicia de Dios. Cuando nos arrepentimos, somos
perdonamos sobre la sola base de la Cruz de Cristo, la cual satisfizo la ira de
un Dios justo y recto.
ORACIÓN: Amado Padre Celestial, estoy muy agradecido
de que seas un Dios “justo”, pues esto me hace consciente de mi pecado y de
cuanto te necesito. Gracias por enviar a tu Hijo, para que yo pudiera ser
perdonado y reconciliado contigo.
PARA REFLEXIONAR: Cuando miro el estado corrupto de
este mundo y mi propio pecado, ¿me doy cuenta por qué fue necesaria la cruz de
Cristo?
Comentarios