TIEMPO DEVOCIONAL MAYO 08

“… si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” — 2 Crónicas 7:14

Si hay intensidad, urgencia y humildad en nuestro arrepentimiento, habrá amor, compasión y perdón en la respuesta de Dios. El pueblo de Nínive cumplió los requerimientos de Dios expresados en el pasaje anterior y Dios fue fiel en retirar su juicio.

Es importante notar que en Jonás 3:10 dice que Dios vio lo que la gente de Nínive hizo, no dice que Él oyó lo que ellos dijeron. Es mucho más fácil hablar conforme a lo acordado que actuar conforme a lo acordado. Las palabras pueden tender a rodar de nuestros labios rápidamente, pero la confirmación viene en la medida que nuestras acciones dan testimonio de la verdad. Dios vio que el pueblo de Nínive se apartó de sus malos caminos. Él conocía sus corazones y con una conciencia dada por Dios que reaccionó adversamente manifestándose en generaciones de pecado y corrupción, Dios les dio un nuevo comienzo.

Uno de los peligros en la vida cristiana es que nuestra fe se convierta simplemente en palabras. Es más fácil aprender el lenguaje de la vida espiritual que vivir la realidad de la vida espiritual, ya que aprender el lenguaje requiere mucho menos esfuerzo que apartarse del pecado. Podemos escondernos detrás del vocabulario virtuoso, pero continuar maltratando a nuestro cónyuge, tratando injustamente a nuestros hijos y hablando de los demás a sus espaldas. A Dios no lo impresionan nuestras palabras, sino nuestras acciones, porque el verdadero corazón de una persona se revela en lo que una persona hace.

A veces nuestro corazón necesita un despertar, una especie de hora de la verdad espiritual en la cual la disciplina de Dios intervendrá. No habrá más luz, ni más instrucción ni crecimiento hasta que volvamos al punto de nuestra desobediencia y lo confesemos. La desobediencia de Jonás resultó en el rompimiento de su comunión con Dios y una pérdida de sensibilidad hacia el corazón de Dios. La opinión personal de Jonás estaba totalmente desalineada con el llamado de Dios para él, y en Su disciplina, Dios causó una dificultad tras otra para traerlo de nuevo a la obediencia.

Dios nos disciplina para crear en nosotros Su santidad. Deuteronomio 8:5 dice: “Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti.” La palabra “disciplina” proviene de la palabra “discípulo”, y todo cristiano está destinado a ser un discípulo de Cristo. Dios está mucho más preocupado por lo que está sucediendo dentro nosotros, que por lo que nos está sucediendo externamente a nosotros. Su disciplina, por lo general, se experimenta a través de dificultades y pruebas, las cuales o bien nos apartarán de Dios o nos conformarán con la voluntad y el corazón de Dios, pero no permaneceremos estáticos. Debemos permanecer arraigados en Cristo, reconociendo que la disciplina de Dios es el agente que el verdadero Dios, amoroso y fiel siempre usará, y podemos estar seguros que Él nunca nos abandonará, ni nos desamparará.

ORACIÓN: Amado Señor, gracias por no darte por vencido conmigo. Te pido que tú seas mi sabiduría y mi fortaleza en los asuntos no resueltos de mi vida y te pido que lleves mi corazón en sintonía con el Tuyo. Gracias Dios.

PARA REFLEXIONAR: ¿Por qué razón es tan necesaria la disciplina de Dios en nuestra vida? ¿De qué manera he sido disciplinado por Dios?

VIVE LA VERDAD


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