TIEMPO DEVOCIONAL MARZO 31

“Lo he perdido todo a fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en su resurrección, participar en sus sufrimientos y llegar a ser semejante a él en su muerte”. Filipenses 3:10 (NVI)

El cristianismo tiene mucho más que a Cristo como un gran maestro y filósofo. Él es ante todo un Salvador, vencedor del pecado y de la muerte que resucitó para compartir esa victoria con nosotros. A diferencia de otras religiones, el cristianismo no se basa en las enseñanzas de su fundador, sino en Cristo mismo. No hay luto en Su tumba, sólo alegría y anticipación por Su trabajo sin descanso en el corazón de millones de personas en todo el mundo. Su resurrección es el fundamento de nuestra fe, nuestra comunión y nuestro futuro. 

La vida de Jesucristo divide la línea del tiempo de la historia en aC y dC. Su crucifixión y resurrección, ambos fueron el evento más importante de todos los tiempos. Todo lo que Él hace hoy en día, Sus enseñanzas, Sus promesas y la certidumbre del futuro, son demostrados y han sido posibles gracias a Su resurrección. Pablo escribe: “pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor” (Romanos 1:4). En tiempo de Pascua, celebramos el hecho de que la tumba de Cristo está vacía y que Él es nuestro Señor resucitado y que Su Espíritu que da vida para siempre habita entre nosotros.

Santiago 4:14 nos habla de nuestros cuerpos mortales “Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece”. Pero a través de la fe en el Cristo resucitado, somos beneficiarios de la vida eterna, que comienza en el momento que lo aceptamos en nuestras vidas y continua para siempre. Es por medio de Su Espíritu Santo que somos movidos hacia un verdadero arrepentimiento humilde para con Dios y es a través de la fe en Jesucristo, cuando nos encontramos con nuestra vieja naturaleza pecaminosa que ha sido crucificada con Cristo y que, con Él, nosotros seremos resucitados a una nueva vida. A partir de ese momento, tenemos la seguridad de un futuro eterno como Cristo mismo. 

En esta nueva vida vamos a disfrutar de compañerismo, y de intimidad con Cristo. “Mira que estoy a la puerta y llamo”. Él dijo: “Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Una invitación más asombrosa que ésta no se puede tener, invitación con la que viene incluida la plenitud de la vida en esta tierra y una vida eterna en el cielo con el Señor.

ORACIÓN: Precioso y Amado Señor, gracias por Tu vida resucitada que vive en mí ahora y por el extraordinario don de una vida eterna contigo. No permitas que pierda la oportunidad de servirte de manera generosa.

PARA REFLEXIONAR: ¿Estoy realmente viviendo con la seguridad de un futuro eterno con Cristo? Si es así, ¿de qué manera esto ha hecho la diferencia en mi vida?

Desde el ministerio © Vive La Verdad



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