TIEMPO DEVOCIONAL MARZO 22

Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Juan 3:16 

En comparación con la eternidad, no hace falta decir que nuestras vidas en la tierra no duran mucho tiempo. Santiago la describe como un vapor, una neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Dios está separado de Su creación como auto-existente en Su inmortalidad, pero en un principio, Él nos creó con la intención de que viviríamos con Él para siempre. Eso fue destruido en el Jardín del Edén, pero en Su gran misericordia, Dios proveyó un camino, a través de Su Hijo, para que sigamos viviendo mas allá y por encima de esta existencia terrenal hacia su Reino celestial.

En 2ª Timoteo 1:9-10, Pablo escribe: “Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestras propias obras, sino por su propia determinación y gracia. Nos concedió este favor en Cristo Jesús antes del comienzo del tiempo; y ahora lo ha revelado con la venida de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible, mediante el evangelio”. La gracia a la que Pablo se refiere es el poder de Dios quien nos ha salvado y nos ha llamado a una vida santa. Sin embargo, nuestras vidas no fueron diseñadas sólo para el aquí y el ahora. El Evangelio revela que el don de Dios es la vida eterna y la vida eterna es ésta: que podamos conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo, a quien ha enviado. Proverbios 12:28 dice: “En el camino de la justicia se halla la vida; por ese camino se evita la muerte”. Nuestro sentido de santidad de la vida humana está determinado por nuestra comprensión del origen de la vida, que está en Dios mismo. Hemos visto las grandes atrocidades de limpieza de los grupos étnicos que han tenido lugar bajo las dictaduras tales como las de Ruanda, el Sudán, la ex Yugoslavia y en el régimen de Hitler. Cuando no hay un entendimiento de que la vida fue creada por Dios, el desprecio por Su creación se convierte con el tiempo en algo casi inevitable.

Toda persona tiene valor, y es puesta en este mundo con el propósito divino de participar de la inmortalidad de Dios. Dios mismo, vino en la persona de Cristo Jesús a vivir entre la humanidad con el fin de darnos nueva vida, no una que dure mientras estamos en la tierra, sino una que comienza en el momento que lo aceptamos a Él, y que vive por la eternidad. Sin Cristo, nuestro mundo no tiene sentido, y sin la promesa de la vida eterna, a través de Aquel que murió por nosotros, no habría ni sentido ni propósito en este mundo.

ORACIÓN: Querido y precioso Señor, yo sé que fui creado por Ti con el propósito divino de vivir para siempre contigo. Ya que nuestro tiempo en la tierra es de tan corta duración, eso le da a todo, desde la gente que conozco hasta las situaciones a las que me enfrento, un significado de gran importancia. Gracias, Señor, porque eso enriquece la calidad de esta vida, que procede de Ti, y continuará en la eternidad contigo.

PARA REFLEXIONAR: ¿Cómo es que la promesa de Dios de la vida eterna a través de Cristo Jesús, influye en mí día a día, en la vida en mi casa, en mis relaciones y en mi lugar de trabajo? ¿Vivo todos los días con la eternidad en mente?

Desde el Ministerio © Vive La Verdad




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