TIEMPO DEVOCIONAL FEBRERO 22

“Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí.” — Juan 8:9

La Ley de Moisés exigía que una mujer sorprendida en el acto de adulterio fuera apedreada junto con el hombre, entonces la pregunta lógica es: ¿Dónde estaba el hombre? ¿Por qué no fue llevado ante Jesús?

Los fariseos eran la máxima autoridad de Israel bajo el gobierno romano y la mayoría de ellos eran hombres arrogantes, que tenían su propia justicia y cuyo propósito era ajustarse estrictamente a la Ley de Moisés. A lo largo de los años, la sociedad judía había devaluado el papel de la mujer, y las autoridades habían reinterpretado la Ley para acomodarla a sus propios prejuicios. En lugar de culpar al hombre, los fariseos ponían todo el peso de la conducta adúltera en la mujer. Hoy en día, ya sea en círculos judíos o cristianos, es posible catalogar algo como bíblico, en la medida que sea interpretado a través de una especie de consenso que conduce a asumir que eso es lo que dice la Biblia. Pero muy a menudo no lo es. Simplemente permitimos que nuestra interpretación de la Escritura se adapte gradualmente a nuestros propios prejuicios y expectativas.

Cuando las personas encuentran a Jesús, Él les revela la verdad acerca de ellos mismos. En lugar de condenar a la mujer y apedrearla, sus acusadores se alejaron uno a uno, empezando por los más viejos. Esto no fue debido a algún tipo de arrepentimiento, sino a la presunción de su propia justicia y al temor de quedar expuestos por sus pecados. Sabemos lo anterior porque los fariseos y los escribas todavía estaban tratando de desacreditar a Jesús poniéndole trampas para arrestarlo. Los fariseos continuaban siendo tan estrictos y rígidos como siempre, acusando y condenando a los demás, pero eran incapaces de verse a sí mismos.

¿Por qué los más viejos salieron primero? La propia justicia de una persona es mucho más difícil de quebrantar que la injusticia. Con el pasar de los años, nos aferramos más a nuestros propios caminos. O nos volvemos más amables, pacientes y comprensivos, o bien nos volvemos más duros, impacientes y amargados, pero no permanecemos estáticos. En sus esfuerzos por guardar la Ley, los fariseos se habían convertido en personas fustigadoras y guiadas por su propia justicia. Es posible que lo que Jesús haya empezado a escribir en el suelo hayan sido los nombres de los fariseos de mayor edad que se encontraban allí. La realidad es que esos fariseos se encontraban con una mayor necesidad de perdón que la mujer sorprendida en adulterio y Jesús estaba exponiendo el pecado que también había en ellos. 

Con el pasar de los años, nos volvemos más conscientes de nuestro pecado y si permanecemos en una íntima relación con Cristo, nuestra paciencia, amabilidad y compasión fluirán cada vez más hacia los demás. Dios no tiene absolutamente nada que ofrecer cuando nos presentamos delante de Él con una lista de todas las formas que hemos adherido a Sus leyes; Dios se da completamente a sí mismo a todo aquel que viene en humilde arrepentimiento delante de Él y le dice: “Ten misericordia de mí, soy pecador.”

ORACIÓN: Amado Señor Jesús, ayúdame a ser más compasivo y comprensivo con los demás. Mantenme en un espíritu de humilde arrepentimiento delante de Ti. Gracias Señor.

PARA REFLEXIONAR: ¿Qué sucede cuando venimos a Jesús en un espíritu de humilde arrepentimiento?

© Vive La Verdad

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