TIEMPO DEVOCIONAL FEBRERO 20

“Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos.” — Juan 4:22

Cuando Jesús trajo a la luz los fracasos matrimoniales de la mujer samaritana, ella inmediatamente cambió el tema y trató de poner a Jesús a la defensiva. De pie junto al pozo de Jacob y con gran conocimiento de sus propias raíces, le dijo a Jesús: “Nuestros antepasados adoraron en este monte, pero ustedes los judíos dicen que el lugar donde debemos adorar está en Jerusalén” (Juan 4:20). Ella pudo haber dicho todas las cosas correctas y haber seguido todos los procedimientos correctos pero probablemente era una adoración totalmente aburrida, sin sentido y a un dios desconocido. Ella estaba inmersa en siglos de tradición, y recorría un largo camino hasta el monte Gerizim para adorar a un Dios que ella realmente no conocía.

La adoración a Dios es una respuesta a nuestro conocimiento de Él. Para la mujer samaritana, la adoración tenía que ver con la tradición y la geografía, pero Jesús le dijo: “Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Juan 4:23). Hay una diferencia marcada entre el Antiguo y el Nuevo Testamento en la adoración a Dios. En el Antiguo Testamento, la adoración estaba centrada en un lugar determinado, en un momento determinado y en unos rituales que debían observarse. Todo se enfocaba en lo externo, pero en el Nuevo Testamento, la adoración está totalmente enfocada en lo interno –en el corazón y la vida del adorador.

Dios es Espíritu y la verdadera adoración es espiritual. La verdadera adoración proviene de nuestro interior, porque algo dentro de nosotros resuena con el único Dios verdadero quien es real y está vivo y activo en nuestras vidas. A los fariseos, Jesús les dijo: “Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo” (Mateo 12:6). Jesús se está refiriendo a sí mismo, por supuesto, y está diciendo que para que las personas se reúnan con Dios no necesitan ir a ningún lugar en particular, sino a Cristo. Eso no significa que las iglesias; estructuras y las formas no sean necesarias. Necesitamos estructuras, especialmente corporativamente, ya que es un medio por el cual nos reunimos como cuerpo de Cristo para adorar a Dios. Aunque nos complace tener edificios para nuestras iglesias, no podemos confundirlos con la casa de Dios simplemente por la naturaleza del edificio. La Iglesia en el Nuevo Testamento no es un edificio, la Iglesia son personas.

Después de hablar con Jesús, la respuesta de esta mujer fue una adoración sincera a un Dios que ahora ella conocía. “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho.” Debido a su testimonio, la gente del pueblo salió a conocer a Jesús y muchos creyeron. Por petición de esta mujer, Jesús se quedó dos días con ellos y muchos más creyeron. Nuestra adoración a Dios puede tener lugar en cualquier momento y en cualquier lugar, porque no se origina en edificios o en siglos de tradición, sino en el corazón del adorador.

ORACIÓN: Amado Señor Jesús, en todo, quiero adorarle. Tú eres mi vida. Gracias por vivir en mí. Amén.

PARA REFLEXIONAR: ¿Qué es la adoración a Dios? ¿Cómo podemos adorar a Dios en Espíritu y en Verdad?


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