TIEMPO DEVOCIONAL ENERO 29

Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan mis preceptos y obedezcan mis leyes.” — Ezequiel 36:27

Después de que Dios diera la ley a Moisés en el Monte Sinaí, una sola palabra puede describir la historia del Antiguo Testamento, y esa palabra es “fracaso”. Los libros históricos registran los detalles de este fracaso. Los libros poéticos lloran y lamentan este fracaso, y los libros proféticos predican acerca de este fracaso. El pueblo hebreo fue incapaz de mantener la ley de Dios. Todos sus intentos terminaron en fracaso.

Entonces Jesús vino a la escena con buenas nuevas, pero, contrariamente a lo que el pueblo esperaba, no vino a anular la ley o a hacerla más fácil en alguna manera. Jesús dijo: “No piensen que he venido a anular la ley o los profetas; no he venido a anularlos sino a darles cumplimiento. Les aseguro que mientras existan el cielo y la tierra, ni una letra ni una tilde de la ley desaparecerán hasta que todo se haya cumplido (Mateo 5:17-18).

La ley es como una linterna. Tú sabes que hay una fuga de agua en el sótano de tu casa, así que tomas la linterna, bajas al sótano, alumbras y descubres el agujero que está causando la fuga de agua. La linterna expone el problema, pero no lo resuelve. De manera similar, la ley expone nuestro problema, pero no puede resolverlo. Fuimos creados a la imagen moral de Dios, la cual se revela por la ley, pero somos totalmente incapaces de cumplirla. El legalismo significa buscar corregir el problema al tratar de cumplir la ley mediante disciplina y esfuerzo humano. La realidad es que no podemos convertirnos a la imagen de Dios mediante imitación sino únicamente por obra del Espíritu Santo. Es decir, Dios mismo, debe ser el origen de Su propia imagen. Sólo Dios puede ser Dios, sólo Cristo puede ser como Cristo.

Hebreos 1:3 dice: “El Hijo es el resplandor de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es…” Lo anterior es porque Cristo, es el Único capaz de cumplir la ley al establecer el Nuevo Pacto que dice: “…Pondré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón (Jeremías 31:33). En lugar de que la ley sea externa ubicada en tablas de piedra, ahora la ley será interna, escrita en los corazones y las mentes de aquellos en cuyo interior habita el Señor Jesús. Pablo nos dice: “De hecho, Cristo es el fin de la ley, para que todo el que cree reciba la justicia” (Romanos 10:4). Esto no hace referencia a una imposición externa de la ley, sino a la obra de la vida de Cristo desde nuestro interior. Sólo hay una manera de vivir conforme a la ley moral de Dios, y es por el Espíritu de Cristo quien mora en nosotros, y produce en nosotros y a través de nosotros, el carácter de Dios.

ORACIÓN: Amado Señor, gracias por habitar en mí y cambiar mi vida de manera que cada vez pueda ser una expresión más real de Ti. Deseo que me transformes cada día más conforme a Tu semejanza, Señor. Gracias.


PARA REFLEXIONAR: ¿Cuál es la mejor manera de vivir conforme a la ley moral de Dios? ¿Quién es la única persona capaz de cumplir la ley de Dios? ¿Por qué?



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