PERSONAS DIFÍCILES

Si existiera una lista de los diez enemigos más virulentos contra el gozo, el conflicto con algunas personas obtendría, sin lugar a dudas, uno de los primeros lugares. Las relaciones desafortunadas en el trabajo, con la familia y con el vecindario contribuyen significativamente a nuestra infelicidad. Aunque tratar con las personas que nos roban el gozo es bastante difícil, dominar nuestros pensamientos sobre ellas es aún más complicado. A veces el conflicto es tan severo que nuestra vida se empantana en un estado de ira perpetuo. Nos vemos forzados a vivir en medio de estas personas, aguantamos más de lo que podemos, y llega un momento en el cual ya no sabemos qué hacer.
Mis años iniciales en el trabajo me colocaron en una situación tan difícil que tenía que depender permanentemente de la ayuda de Dios para poder manejar mis emociones. La tensión era muy grande y uno de mis empleados me golpeó durante una reunión de adoración. La mitad de los miembros se fue a causa de distintos desacuerdos, y constantemente tuve que lidiar con relaciones tirantes.
No encontré soluciones rápidas o fáciles., sin embargo, Dios me ayudó. Él nos promete una vida llena de gozo, por lo tanto nos proporciona la sabiduría y fortaleza que necesitamos para tratar con las personas difíciles.
El paso más importante que podemos dar cada día es buscar el gozo. Cuando fuimos a Cristo para obtener salvación, dejamos nuestros pecados y nos volvimos hacia nuestro Salvador. Elegir el gozo es la decisión diaria y consiente de buscar el gozo del Señor para nuestra vida. Es también optar permanentemente por no permitir que las acciones de otras personas se conviertan en el centro de nuestros pensamientos. ¿Vamos a concentrarnos en lo que los demás nos hacen y preocuparnos constantemente, o decidirnos a acercarnos al Señor?. Cuando las palabras inapropiadas y odiosas de otros y sus acciones nos llevan a buscar al Señor, estas personas, sin saberlo, pueden transformarse en agentes de gozo. Si decidimos elegir el gozo en lugar de la ira o la amargura, preparamos el terreno para lograr la victoria.
También debemos aprender a refugiarnos en Dios. Perseguido intensamente por el rey Saúl, David encontró paz, descansò, y gozo refugiándose en el Señor. Dios se convirtió en el lugar de refugio de David. Refugiarnos en el Señor significa pedirle que sea nuestro protector y defensor. Nos encomendamos a su protección, consientes de que Él es el único que nos puede guardar de las intrigas y la mordacidad de la gente. Orar específicamente por los problemas y mantenernos fieles a la Palabra de Dios son formas prácticas de encontrar refugio en medio de la tormenta.
Después de haber decidido recurrir al gozo y de haber encontrado refugio en Cristo, debemos encomendarnos diariamente al Señor y vivir rectamente. ¿Nos librará Él de los que nos hacen la vida imposible? ¿Nos colocará en un nuevo empleo? ¿Nos trasladará a nueva ciudad?. Quizá sí., pero cualquiera sea el resultado de su obrar, tenemos que ponernos por completo en sus manos. “ Así pues, los que sufren según la voluntad de Dios, entréguense a su fiel Creador y sigan practicando el bien.”
Dios no te hará pasar por más de lo que puedes soportar. Él te ayudará. No permitas que aquellas personas que te abaten te impidan llevar una vida dedicada a la santidad y al gozo. Sigue haciendo el bien, aún a los que te persiguen, y al final Dios te recompensará.
Piensa en Cristo que “ cuando proferían insultos contra Él , no replicaba con insultos, cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a Aquél que juzga con justicia”. Dios te exaltará si tú te niegas a vengarte y dejas tu caso en las manos de Él.

Oración:
“ Jesús, tuviste que enfrentar personas difíciles durante tu ministerio terrenal. Fuiste acosado, probado, despreciado y acusado falsamente, sin embargo, continuaste predicando las buenas nuevas de salvación a todos. Ya que vives en mí a través del Espíritu Santo, te pido que me ayudes a manejar las relaciones que simplemente me resultan demasiado complicadas. Hazme más que vencedor a través de tu gran amor y poder.
Charles Stanley.



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